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Yugoslavia, en la hora de la penuria / 1

El sistema federativo amplia el endeudamiento del Estado

Ayer entraron en vigor en Yugoslavia una serie de medidas para limitar el consumo de energía, como el racionamiento de gasolina (cuarenta litros mesuales por automóvil) y restricciones en la utilización de la calefacción y en el horario habitual de TV. Afectan también a los actos deportivos, ya que, ninguno, incluido el fútbol, podrá desarrollarse después de la puesta de sol.

Muchos de los 4.000 asistentes a la representación de Boris Godunov por la Opera del Bolchoi no pudieron quitarse sus elegantes abrigos durante las cinco horas que duró la velada en el lujoso Palacio de Congresos (Centar Sava) de Belgrado. No había calefacción. El fresco otoñal ya persistente se metía por entre las rendijas de aquel extraño palacio de hierro y cristales cercano al Danubio. Hace poco, el diario oficialista Borba se disculpaba en primera página ante sus lectores croatas por no haber podido sacar su edición en caracteres latinos debido a unas horas de corte de electricidad en la sala de télex. Mientras tanto, largas colas de automóviles asedian las gasolineras. "Estarnos endeudados hasta el cuello, nos hemos gastado todas las reservas, excepto las estratégicas, y todos nos dicen que seguiremos viviendo así de precario durante dos o tres años", sentenciaba la revista Danas, de Zagreb, segunda ciudad yugoslava y capital de Croacia. Endeudamiento exterior

A dos años de la muerte de Tito y azotada por una de las crisis económicas más graves de Europa, la federación yugoslava pone a prueba su capacidad de bregar unida. De los casi mil dólares que cada yugoslavo adeuda a acreedores extranjeros (unos setecientos en el caso de los polacos y quinientos en el de los rumanos), no todos se reparten por igual. Los créditos obtenidos por Croacia no son los mismos que los de Serbia, ni los de Macedonia similares a los de Eslovenia.

Ahora, la crisis los iguala a todos por medio de un paquete de leyes de intervención estatal que, dictadas en el país de la autogestión, han disgustado más a unos que a otros e indignado a algunos, sin satisfacer a nadie.

La autogestión, el sistema que concede a toda fábrica, empresa o institución el derecho a disponer de buena parte de sus fondos como mejor juzgue, está siendo adormecida por una serie de calmantes estatales. "No hay duda de que somos el récord europeo en número de actos legales normativos", declaraba Necha Yovanov, sociólogo yugoslavo del conflicto social.

Ya nadie sabe qué es peor, si la enfermedad del Estado unitario de antaño o el remedio de los seis miniestados (seis repúblicas federales) y los miles de municipios que hacen y deshacen. De los 20.000 millones de dólares que adeuda Yugoslavia, sólo 4.500 corresponden al Estado federal. El resto se ha generado en los poros de la autogestión.

No hay vino de Kosovo en las tiendas de Croacia, ni aguardiente macedonio en Serbia, pero en todas partes se encuentra whisky a precios exorbitantes. En muchos aspectos, el Mercado Común Europeo tiene más fluidez de bienes y capitales que el mercado común yugoslavo. Hasta hace poco, los trenes serbios solían cambiar de locomotora cuando salían de territorio serbio y entraban en el de Croacia.

"Qué dirían hoy los camaradas Tito y Kardelj si vieran que hemos dejado que la economía llegara a la situación en la que estamos, separados y encastillados", clamaba un delegado obrero en una reunión de alto nivel de la región autónoma de Voivodina. Rade Konchar, la imagen del hombre de negocios comunista que quisiera eficacia, reclamaba poner coto a la federación del partido único, la Liga de los Comunistas.

Hijo de un héroe nacional y muy activo e influyente en la zona residencial de Nuevo Belgrado, detrás suyo se encuentran los numerosos partidarios de acabar con las satrapías económicas regionales respaldadas por sus partidos. También la vieja guardia partisana y los puros del leninismo se espantan ante la idea de que el partido yugoslavo acabe federalizándose y chocando entre sus unidades. Entonces sólo quedaría el Ejército como fuerza federal.

Curiosamente, los comunistas business like, que en Yugoslavia son coincidentes con los sectores neoleninistas y los centralistas panserbios, defienden la necesidad de crear a nivel federal canales de lógica mercantil por los que el plan y las leyes económicas pudieran fluir. Rade Konchar no está solo, de él se habla como de un héroe en Belgrado, pero se ha quedado solo por ahora, tras su aceptada dimisión.

El hecho nacional

Yugoslavia tiene veintidós millones de habitantes, de los que sólo 200.000 se declararon yugoslavos en el último censo oficial. Los demás se inscribieron como serbios, croatas, musulmanes, eslovenos, macedonios, montenegrinos o miembros de alguna minoría.

Eso no es tan grave como indicativo del arraigo del hecho nacional sobre el federal. Muchos de ellos, la mayoría, son yugoslavos a través de su pertenencia nacional. Hay incluso teóricos del sistema que consideran artificial e imposible declararse de nacionalidad yugoslava sin adherirse antes a alguna de las patrias chicas existentes. Internamente, no existe la nacionalidad yugoslava, el pueblo yugoslavo, y sólo se puede ser sinceramente yugoslavo a través de una profesión de fe nacional, declara el politólogo Bilandzic.

La crisis económica, que en el aspecto interno deriva en crisis de desmoralización de conciencias y produce enfrentamientos de grupos comunistas serbios contra correligionarios croatas y eslovenos, tiene también su dimensión internacional. La Administración Reagan no admite de buena gana el hecho político del no alineamiento yugoslavo y prefiere atribuirle a Belgrado un estatuto muy especial en su política global con el Este.

Todo intento de renegociación de la deuda exterior yugoslava podría despertar tentaciones occidentales. "No creo que se pueda hablar de intentos de aplazamiento de la deuda exterior a nivel yugoslavo, porque eso sería la bancarrota total del país", declaraba Janko Smole, miembro del Gobierno. A nivel yugoslavo no, pero dado que en la federación, sólo de débitos hay 4.500 millones de dólares, bancos y empresas podrían recabar condiciones especiales de sus acreedores, a cambio de algo que no comprometa la política federal.

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