Las razones de un diluvio
El Mediterráneo es, en el mes de octubre, una potencial fuente de grandes diluvios e inundaciones. A lo largo de la historia existen registros de tragedias originadas por las aguas desbordadas de los ríos adyacentes. Se dice que, por ejemplo, Amílcar Barca se ahogó en el río Binalopó. De tristes recuerdos son las fechas de 1957 en Valencia, 1962 en las comarcas del Besós o de 1973. El Mare Nostrum, al llegar el otoño, tiene sobre sí un colchón de vapor de agua de más de tres kilómetros de espesor. Basta una perturbación provocada por la llegada de aire frío en superficie (frente frío) o por altura (gota fría) para que ese vapor sea lanzado hacia arriba, creando tremendas nubes de desarrollo vertical con fuertes chubascos y torrenciales lluvias.La situación meteorológica más apropiada para un verdadero diluvio en la zona es la de una depresión atmosférica situada entre Baleares y las costas de Africa, que induce vientos templados y húmedos del Sureste contra las cordilleras paralelas al litoral. Las propias cordilleras, haciendo de catapultas, favorecen el desarrollo vertical, como ha sido el caso más reciente.
En un interesante estudio, el meteorólogo Miró Granada que detalla la situación registrada en la zona del 16 al 19 de octubre de 1973, de características muy similares a la actual, señala también como nota importantísima la labor desarrollada por la temperatura del agua del mar, que por estas fechas presenta un máximo entre las costas de Orán y el sureste de la Península Ibérica. Ello provoca un intercambio de calor y de vapor de agua de la superficie a las capas altas, secas y frías, de la atmósfera, iniciándose el proceso de grandes precipitaciones. Algo así como el caldo de cultivo de la lluvia. De forma harto curiosa, se observa que, tras dos o tres días de lluvias considerables, las temperaturas del agua del mar descienden notablemente.
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