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Objetivo, machacarlos

LAS VENTAS

Toros de Salamanca; quinto, sobrero de Manuel Sánchez Cobaleda

Todos con trapío y peligro.Raúl Sánchez . Cuatro pinchazos y estocada (silencio). Estocada (división cuando saluda). Pepe Pastrana. Estocada (aplausos y salida al tercio). Metisaca, pinchazo y estocada desprendida (silencio). El Melenas. Pinchazo hondo atravesado (palmas y saludos). Estocada (vuelta). Plaza de Las Ventas. 10 de octubre. Corrida goyesca.

Los tres toreros que salieron ayer en Las Ventas disfrazados de goyescos, quince días antes habían despachado con enorme dignidad una corrida terrorífica de Utrilla, procedencia Albaserrada. Sus importantes actuaciones de entonces les valieron a los tres la repetición en el mismo ruedo. Podría pensarse que era como premio al valor, pero no: se trataba de machacarlos. Ya que no fracasaron con los Albaserrada, podría ser con los Cobaleda, de Pilar, que llaman "Salamanca", los cuales llevaban en la barriga tigres de bengala.Trapío, cuajo, armamento, exhibían los "Salamanca", pero eso sería lo de menos: a los toreros de ayer no les asusta el toro grandote y feroche. Lo de más era la catadura, de mala ley y resabiada; lo de más era la licenciatura en latín que tenían los seis, y el sobrero también. Todos recitaban aquello de "Omnia Galia est divisa in partes tres", y a la de tres escupían por el colmillo. Y en lo que al ejercicio taurino se refiere, río había manera de encelarles en el engaño, al que no atendían para nada, sino que se ponían por delante, derrotaban al bulto. Eran toros para liquidarlos sin miramiento de ninguna clase, y tal habría hecho la mayoría del escalafón de matadores. Pero los gladiadores que disfrazaron de goyescos no se rinden y le pegan pases al mismísimo Pedro Botero envuelto en azufre.

Hubo en la lidia momentos de verdadera angustia por los continuos barruntos de cornada. Los propios espadas parecían consentidores. Era evidente el peligro de las embestidas y la imposibilidad de hacer faena, y sin embargo porfiaban, aguantaban derrotes, pretendían ligar pases. Lo lamentable es que tanta heroicidad no les va a servir, para nada; a lo sumo, para que en la próxima repetición les machaquen de nuevo. Ni siquiera el público quiso estar benévolo. Por ejemplo, a Raúl Sánchez no le dejaron saludar después de que había intentado dominar al peligrosísimo cuarto, que tenía un pitón derecho criminal, y al que tumbó patas arriba de un estoconazo; por ejemplo, la reposada, valiente, torera faena de Pastrana al segundo merecía más que los tibios aplausos que le dedicaron.

Pese a la dureza de la corrida, hubo el arrojado tesón de Raúl, un trincherazo exquisito de Pastrana, unas verónicas de El Melenas, desmayando el percal. Hubo también un buen par y un quite oportunísimo de Orteguita.

Naturalmente, hubo asimismo la habitual invalidez que aqueja al ganado a los pocos minutos de saltar a la arena, justo cuando va a empezar el tercio de varas, para contento de los caballos, que relinchan placenteros durante la suerte y retornan al regazo de su amo el Pimpi sanos y salvos. La autoridad debería investigar estas sospechosas casualidades, si es que le interesa conocer qué pasa aquí.

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