Aquí empezó el absurdo
Calígula es una obra escrita en 1939, estrenada en París en 1945; llegó a España en 1963, traída por Tamayo para su teatro Bellas Artes. Un considerable retraso: aun así, hay que anotar en favor de Tamayo su esfuerzo y su perseverancia en incorporar al teatro español obras anatematizadas. Rodero, al responder a las aclamaciones del público en esta nueva ocasión, recordó con justicia que Tamayo trajo el primer Brecht, el primer Valle-Inclán...Camus era joven -26 años cuando escribió esta obra; algo menos -32 años- cuando, reescrita, corregida y meditada, la estrenó. La fecha y la reflexión del autor le dieron en esa época una significación extraordinaria: la guerra mundial había supuesto una pérdida de valor de la vida humana, la catástrofe y el comportamiento de los poderosos parecía sin sentido. Calígula daba unas claves filosóficas concretas. Inauguraba el teatro del absurdo, se le atribuía la entrada del existencialismo en el teatro (es más dudoso: el mismo Camus había estrenado Le Malentendu, y Sartre Huis-Clos). Algunas de las resonancias de entonces se habían perdido en parte cuando llegó a España; y bastantes más en esta fecha actual de su reposición.
Calígula, de Albert Camus, versión de José Escué Porta
Intérpretes: Teófilo Calle, Fictor Fuentes, Ramiro Benito, Cesáreo Estébanez, Manuel Gómez Alvarez, José Hervás, Miguel Palenzuela, Alfredo Alba, Javier Ulacia, José María Rodero, Charo Soriano, Eva` García. Escenografía: Pablo Gago. Vestuario: Matoya del Real. Dirección: Luis Balaguer. Reposición: Teatro Alcazar, 1 de octubre
Queda lo suficiente, lo que está por encima del tiempo: la crueldad de la condición humana, el vacío de los dioses, la falta de sentido del destino. La sed del poder: busca siempre más, quiere ser más que los dioses. La máxima fuerza es también la mayor frustración de quien la ejerce.
José Maria Rodero estrenó la obra con Tamayo. Tenía casi veinte años menos que ahora. Ha llevado el personaje a su nuevo terreno, a su nueva edad; cínico, mordaz, caprichoso y, naturalmente, absurdo, pero también trágico, amargo. Llena el escenario. Los demás personajes quedan planos: no son más que sus juguetes, hasta cuando le dan muerte.
Aun con todo eso, la obra se queda lejos. El escenario, inadecuado, contribuye en parte. Algo sucede que la escena no vibra tunca, transmite poco. Puede que haya un problema de trasplante de este espectáculo concedido para grandes espacios al aire libre -empezó en Mérida- un escenario a la italiana. El director ha hecho bien en dar velocidad a la reprensentación; sin embargo, velocidad no es sinónimo de vivacidad. Puede también suceder que la anécdota de nuestro tiempo, la urgencia del hombre de hoy ante sus problemas, evite que resalte la filosofía existencial.
Rodero fue el triunfador de la noche de estreno. Para él fueron las largas, prolongadas, ovaciones, que compartió, como queda dicho, con el justo recuerdo a Tamayo. Señalemos también la recuperación del teatro Alcázar, que la empresa anterior -Fraga- declaró inviable y cerró, y que una empresa nueva -Vinuesa- ha vuelto a abrir.
Babelia
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