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Tribuna:Prensa y defensa nacional / y 2
Tribuna
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Un ciudadano informade, paso previo para una adecuada política defensiva

Andrés Ortega

La critica de la Prensa japonesa contra el Gobierno liberal democrático (conservador) ha sido constante, tanto en la cuestión del rearme convencional, iniciado en 1954, como en la de la ratificación del tratado de seguridad con Estados Unidos, en 1960, sin éxito. No afecta, sin embargo, a las cuestiones de defensa. En esto la televisión, algunos de cuyos comentaristas mantienen claras actitudes progubernamentales, ha tenido un efecto más importante en la formación de la opinión pública.En Europa. se puede decir que ese tema esotérico que es la defensa constituye, prácticamente, un monopolio del poder ejecutivo. Arrigo Levi, ex director de La Stampa, de Turín, ha señalado cómo la Prensa europea parece estar más preocupada por la opinión pública y las modas que por participar realmente en la formación de la opinión en este campo.

El cargo de corresponsal de seguridad nacional -introducido por The New York Times- es algo difuso en Europa, a pesar de existir en algunas poblicaciones corresponsales de defensa. Estos especialistas, que deben mejorar su preparación técnica -y aliviar así las quejas de la Administración-, constituyen un pequeño grupo que controla la información y que, dada la estructura de sus fuentes informativas, puede fácilmente ser manipulado. Una gran parte de la responsabilidad en la actitud que a tomar la Prensa -y en este sentido destaca televisión, cuya neurosis y problemas técnicos son aún más acentuados en la cobertura de los asuntos de defensa- corresponde a la propia Administración, ya sea nacional o extranjera.

No sabe explicar sus posturas de modo que el público pueda entenderlas.

Es una cuestión de costumbres. El público no solía inmiscuirse en estos asuntos. Los Gobiernos se sorprenden de que de repente algún tema que no era precisamente secreto se convierta en polémico de la noche al día. Es también la manía del secreto. A pesar de los pesares, el Gobierno de Estados Unidos no ha querido hacer públicas las fotografías que obran en su poder sobre el despliegue de los famosos misiles SS-20 en Europa oriental.

Y es justamente este tema el que más ha hecho variar la opinión pública. La decisión de la OTAN, en diciembre de 1979, de desplegar los euromisiles en 1983 fue mal presentada por los propios Gobiernos. A ello hay que añadir la falta de tacto de la Administración Reagan potenciar las creencias en una guerra nuclear limitada, posibilidad que entre los expertos y en la propia Administración norteamericana se venía debatiendo desde muchos años antes.

Replanteamiento de estrategia

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El cambio en la opinión pública, en cierto modo mediatizado por la Prensa, está ya forzando a la OTAN a replantearse su estrategia nuclear, y cada vez son más numerosas las voces de los expertos que abogan por una reducción del armamento nuclear y un mayor énfasis en la defensa convencional. Si algo quedó claro en el congreso anual del Instituto de Estudios Estratégicos es que la creación de un consenso basado en la confianza hacia los Gobiernos es algo del pasado, pues hoy el público. busca más bien un consenso en el tema de la defensa planteado sobre la admisibilidad. A la hora, de la opciones, los que toman las decisiones deben ahora reflexionar más sobre el contexto en que las armas nucleares cobran sentido, pues en sí mismas no lo tienen. Para el profesor Michael Howard, de la Universidad de Oxford, los expertos, los nuevos teólogos -que son los que realmente iniciaron el debate sobre los euromisiles y otros polémicos temas- no diferencian entre el sentimiento de seguridad de las poblaciones occidentales y el funcionamiento de la disuasión. La superioridad nuclear de Estados Unidos, e incluso la doctrina de la destrucción mutua asegurada, permitieron la creación de un consenso.

El sentimiento de seguridad estaba basado en la percepción, explica Howard, no de que Occidente perdiera la guerra, sino de las probables pérdidas soviéticas. Arrigo Levi ha apuntado cómo en los acontecimientos juveniles de 1968 la cuestión nuclear no desempeñó prácticamente ningún papel.

Con la paridad nuclear, la percepción del público ha cambiado. El miedo a la guerra no es un miedo a una invasión, sino a una escalada nuclear autoimpuesta. Es el miedo a la cosa en sí.

En este sentido, la Prensa, señalan algunos estudiosos, ha tenido una influencia mínima. No ha hecho más que reflejar lo que ocurría entre el público y entre los Gobiernos.

Los expertos comienzan, sin embargo, a estar de acuerdo en que no es posible llevar a cabo una política de defensa efectiva sin el apoyo del público, que a su vez ha de estar bien informado. Es uno de los problemas fundamentales de las democracias.

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