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La catástrofe de Málaga

"En el avión se quedó todo lo que tenía"

Víctor Bonino, un español nacido en Argentina, es un licenciado en Filosoria y Letras, en la especialidad de Historia. Había conseguido una beca para estudiar y trabajar durante cuatro años en la Universidad norteamericana de UCLA, en Los Angeles (California). Al final de ese período, Víctor Bonino obtendría el doctorado.Para vivir esos cuatro años en Estados Unidos, Víctor Bonino se trasladaba con todo lo que tenía. Ropa, libros, material de trabajo, dinero, su historial académico y toda su documentación, todo, quedó entre las llamas del DC-10130 siniestrado el pasado lunes en el aeropuerto de Málaga.

"El avión hacía el vuelo Palma de Mallorca-Madrid-Málaga-Nueva York" recuerda este superviviente. "Yo inicié el trayecto en Madrid. El avión de la compañía Spantax tenía que despegar a las 8.45 horas de la mañana, pero había overbooking -habían vendido más billetes de los que teóricamente caben en el avión- de unos quince pasajeros y era necesario solucionarlo. Después de muchos líos, a tres de nosotros nos admitieron en el DC-10 de Spantax, y a los otros los consiguieron embarcar en un vuelo de línea regular de la compañía norteamericana TWA. Uno de los tres que, después de las presiones, conseguimos meternos en el avión de Spantax una chica, murió en el accidente".

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Pista para la tragedia

"En Málaga, los pasajeros que subían al avión, en su mayoría norteamericanos, gordos y de bastante edad, llevaban muchos bulto de mano y porcelanas de Lladró como recuerdo de sus vacaciones en España. Todos esos bultos dificultaron después la salida, cuando el accidente".

Según el testimonio de Víctor Bonino, el DC-10/30 de Spantax rodó por el aeropuerto hasta encarar la pista de despegue, sin llegar a detenerse en la cabecera de pista (roffing take off). "Yo estaba sentado en el lado derecho, en la fila veinticinco, justo al lado de las puertas de emergencia. El avión ganó velocidad y se levantó, aunque no podría decir si llegó a despegar porque no iba suficientemente atento. De pronto, noté que el piloto metía los inversores de los motores. Hubo entonces, y no antes, fuertes vibraciones que hicieron incluso que se cayeran los paneles centrales del techo del avión. Instantes después estábamos fuera de la pista.

"El tren de aterrizaje se rompió antes de llegar a la carretera general Málaga-Cádiz -prosigue en su relato Víctor Bonino- y cayó sobre el suelo, pero siguió su carrera hasta que se paró más allá de la carretera. En ese momento, por el lado derecho, donde ya no había ala, vi todo rojo de fuego. La azafata que estaba sentada frente a mí intentó abrir la puerta pero no pudo. Yo también lo intenté sin conseguirlo, por fortuna, porque de haberlo hecho, con tanto fuego, el resultado podría haber sido peor. En ese momento había un enorme silencio. No había gritos ni histeria, pero sí una gran precipitación por salir".

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"Segundos después se abrió la puerta del lado izquierdo. Quedó un hueco entre los que salían, como si, en el desconcierto, nadie supiera qué hacer. Una mujer tenía un bebé en los brazos y tiraba de su otro hijo, de unos cuatro años, que estaba en medio de la meleé. Recogí al niño para salvarlo y con él salté de la puerta al ala y de allí al suelo. La mujer, que estaba detrás con su bebé, también saltó, e inmediatamente salimos corriendo todo lo que podíamos. Mi gran miedo era que el avión explosionara, cosa que nunca pasó, aunque sí hubo muchas explosiones pequeñas. La actuación de los bomberos fue muy rápida".

"En esos momentos sí que había gritos de desesperación. Una norteamericana, que se había roto una pierna, gritaba desesperadamente de dolor y de miedo. Llegamos hasta el vivero de ICONA, donde se portaron muy bien".

"Desde ICONA nos llevaron en autobús al aeropuerto, donde, en todo momento, Iberia se portó maravillosamente. Allí se hicieron listas y atendieron a los heridos leves. Después nos subieron a un autobús y nos llevaron a hoteles. Posteriormente, nos ofrecieron seguir el viaje a Nueva York con otro avión, pero muchos estábamos sin documentación y no podíamos hacerlo. A las 5 horas de la tarde, volví al aeropuerto en auto-stop. A unos diez pasajeros, Iberia nos trajo a Madrid en su vuelo regular de las 10:30. Llegamos a Madrid, con lo puesto y sin tener dónde ir a dormir. Nadie nos había preparado hoteles".

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