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El programa FACA y los intereses estratégicos españoles

La decisión del Gobierno español el pasado 23 de julio, de seleccionar el avión F-18A Hornet para el, programa FACA (Futuro Avión de Combate y Ataque), iniciado en 1978, pretende renovar nuestra Fuerza Aérea, obligada en los próximos años a dar de baja 120 aviones F-5, F-4C y Mirage III E, de acuerdo con el objetivo de Fuerza establecido en el Plan Estratégico Conjunto (PEC).

Los mas cualificados portavoces del Ministerio de Defensa y del Cuartel General del Aire expusieron el pasado martes día 7 las razones y ventajas de esa decisión, que implica para el erario público la inversión de 330.000 millones de pesetas. No se trata aquí de entrar a discutir los modelos matemáticos que han servido para establecer las evaluaciones técnicas finalmente favorables al F- 18A, sino de hacer algunas consideraciones en torno a este programa FACA atendiendo a determinadas percepciones de los intereses estratégicos españoles. El trabajo de la comisión interministerial que se ha ocupado de las contrapartidas industriales ha sido muy deficiente y al final, como en la negociación OTAN, se ha preferido firmar primero y concretar después, con los resultados. que cabe imaginar.De la larga explicación facilitada a los periodistas en el Ministerio de Defensa llamó la atención una de las bases de partida mencionada por el teniente coronel Valderces, a tenor de la cual, como la mayoría de los aviones que cumplen su período de vida útil son de fabricación norteamericana, como ya está previsto el Mirage F-1 y como la diversificaci6n de la procedencia de los sistemas de armas es un principio del Ejército del Aire, se ha optado desde el comienzo por un suministrador norteamericano.

Otras afirmaciones que han cobrado un perfil polémico son las formuladas por el jefe del Estado Mayor del Aire, teniente general Emilio García Conde, en torno a la incidencia posible del resultado de las elecciones generales sobre el programa FACA. Según esas afirmaciones "los asuntos de la defensa nacional están por encima de los partidos, se ha elegido lo mejor, lo mejor es ahora y siempre y no se ven razones para modificar las decisiones ya tomadas".

Todo parece indicar, sin embargo, que el punto de vista favorable a una revisión del programa FACA expuesto por el diputado socialista y experto en temas de defensa, Luis ' Solana, del que discrepa su compañero de partido Julio Busquets, encuentra amplios apoyos incluso más allá y más acá del PSOE. Claro que esa revisión, si se hace, deberá evitar cualquier perjuicio sobre los precios de adquisición.

Devolviendo la frase del general García Conde a sus orígenes clásicos, algún analista ha recordado aquello de Clemenceau -la guerra es un asunto demasiado serio para dejarla en manos de los militares- y ha concluido que los asuntos de la defensa están también por encima de los soldados profesionales.

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El aliado norteamericano

Hay una percepción diferente acerca de los intereses estratégicos españoles en distintas áreas sociales, políticas y militares. La reciente experiencia contemporánea ilustra bien sobre la condición del aliado norteamericano a la hora del conflicto. En 1957, durante la guerra de Ifni que nos enfrentó a Marruecos, Washington adoptó la medida de declarar embargado el uso del material bélico cedido a España.

En 1975 el designio del secretario de Estado, Henry Kissinger, forzó la retirada española del territorio del Sahara en condiciones y bajo formas penosas, que desatendían las promesas hechas solemnemente a la población del territorio, expuestas en un libro reciente por el diplomático Francisco Villar, que vivió el proceso desde su destino en la misión española ante la ONU.

Tras el compromiso americano con el Reino Unido en el conflicto de Las Malvinas, Washington argumenta a los visitantes desconfiados que frente a una situación análoga se daría una análoga respuesta en favor de un agredido miembro de la OTAN. Desde esta orilla del Atlántico queda claro por el contrario que Madrid no puede contar, ni mucho menos, con el apoyo norteamericano hasta ese punto en la hipótesis de un conflicto hispano-marroquí.

El respaldo político y militar de Reagan al Reino Unido hay que entenderlo desde la suma de otros dos presupuestos que no se dan en el caso español: la amistad que le une a la primera ministra Thatcher, y las especialísimas relaciones anglonorteamericanas. Y respecto a la defensa de las ciudades de Ceuta y Melilla, los propios analistas del IISS (Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, de Londres) no ocultan que para Estados Unidos es preferible que las dos orillas del estrecho de Gibraltar no estén en manos de una sola nación: España.

Nadie discute desde las misiones y especificaciones fijadas en el programa FACA, la superioridad técnica del F-18A Hornet, pero se echa de menos, a la hora de la decisión, la adecuada ponderación de otros factores y no se entiende por qué se renuncia a la capacidad otorgada por una baza de 330.000 millones para plantear una negociación global con fabricantes europeos.

Respecto de la McDonnell Douglas la situación española, con un pedido de 84 aviones, queda bien definida con unos pocos datos numéricos: La Navy tiene contratados 1.377 aviones F-18A, Canadá ha decidido la compra de 138, Australia de 75 y España de 84. Aquí las únicas contrapartidas tratadas son las industriales y comerciales con preferencia en favor de las que supongan transferencia de tecnologías avanzadas en el campo de la aeronaútica de otras industrias de la Defensa.

Está fuera de discusión que el Ejército del Aire ha sido desatendido durante largos años y que la modernización de las Fuerzas Armadas requiere una potenciación de las dimensiones aeronavales, tampoco ha impugnado nadie la coherencia de la propuesta del Estado Mayor del Aire desde los supuestos en que se ha basado. Es al Parlamento y al Gobierno a quienes correspondía encuadrar la decisión final con una percepción más amplia de los intereses estratégicos españoles, donde figuran como prioridades la eliminación del terrorismo y el ingreso en la CEE, cuestiones ambas que han de pasar por un entendimiento con Francia.

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