Críticas a la enseñanza confesional en el II congreso de Teología
Con calificativos como clasistas y opresores rechazaron los asistentes al II Congreso de Teología la afirmación del secretario general de la Federación Española de Religiosos de la Enseñanza (FERE), según el cual "la FERE está haciendo un gran esfuerzo para pasar de la enseñanza confesional a la escuela de la comunidad cristiana".Juan José Tamayo, moderador del coloquio Opciones educativas de la Iglesia en la justicia y Ia esperanza, recordó la importancia social del tema, aspecto este que provocó las mayores diferencias entre los que intervenían. El representante de la FERE dibujó lo que entendía por objetivos ideales en materia educativa: ensamblar escuela y cristianismo "en una nueva imagen de escuela definida por la gratuidad, la democratización y el pluralismo". El público replicó que si ese es el ideal, la realidad de los colegios confesionales es bien distinta: falta de pluralismo y democracia y cultivo del elitismo.
Juan García Nieto, jesuita catalán de Cristianos por el Socialismo, reconocía que nuestra sociedad no facilita una respuesta adecuada a los dos retos educativos cristianos más importantes del momento: educar en la fe dentro de una sociedad laica y educar en la justicia y la libertad. Haciendo un poco de historia, recordó que si en 1972, fecha en que nace Cristianos por el Socialismo, el objetivo era desbloquear una fe cristiana, secuestrada por la reacción, mediante un análisis materialista de la Biblia, hoy, en 1982, la meta es promover el hombre solidario desde una conciencia aguda del dolor de los hombres. En el mismo sentido se expresaron el representante del Hogar del Empleado, Tarsicio Lozano, y de la JOC, José Guirado, para quienes la fe no se impone, sino que tiene que descubrirla el niño sin perder de vista toda la dimensión social de su transmisión.
El coloquio que se desarrolló en la mañana de ayer tenía por título Movimientos evangélico-proféticos en la historia de la Iglesia. El historiador José Jiménez Lozano llamó la atención sobre el cariz terrenal de muchos de los movimientos proféticos medievales. El franciscanismo, decía Victoriano Casas, es "la voluntad de vivir el evangelio sin glosas"; esto es, sin referencias terrenales. San Francisco empezó rechazando el juramento feudal y el servicio de las armas, iniciando un movimiento desclericalizado. Sabido es que pronto se vio envuelto en asuntos terrenales y fue reconducido hacia el redil de la clerecía. El teólogo catalán González Faus se detuvo en la figura de los anabaptistas, particularmente en Thomas Muntzer, cuyo radicalismo evangélico no le impidió caer en graves excesos laxistas, sexuales, entre otros. Su enfrentamiento con Lutero, reconocido como el gran protagonista de la reforma protestante, puso de manifiesto que la libertad burguesa, defendida por Lutero, no coincide necesariamente con la liberación de los pobres, la gran obsesión del revolucionario Muntzer.
La historiadora Carmen García Nieto analizó la evolución de este tipo de movimientos en la España que salió de la guerra civil hasta la actualidad. Los primeros en manifestarse, en 1946, eran de origen obrero y nacían con clara conciencia social. Junto a los movimientos obreros hay que colocar a los curas obreros y a las religiosas que se van a los barrrios periféricos. Nacen luego las revistas innovadoras, como El Ciervo, Signo o Cuadernos para el Diálogo. También aparecen centros de estudios, como el Instituto de Pastoral, en su primera época, o Fe y Secularidad. En los años setenta es la hora de los movimientos cristianos populares en sus diferentes versiones. Gracias a todo este proceso se consigue "introducir el pluralismo en la Iglesia y desdogmatizar a los partidos políticos de izquierda".
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