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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

La Administración no funciona

He leído con sumo interés las declaraciones de don Miguel Par, gerente de Lípidos Ibéricos, en su diario. No son, en modo alguno, declaraciones explosivas, aunque sí reveladoras o, mejor dicho, confirmativas. La idea que tiene el español medio de que esa compleja y poderosa máquina que es la Administración española no funciona todo lo engrasada (no sé si usar esta palabra) como debiera se confirma una vez más en el desgraciado asunto de la. adulteración sistemática y consentida del aceite de oliva. Me viene a la memoria el castizo refrán español: "Aceite de oliva, todo mal quita", y la sabiduría que los dichos populares retienen en sus asertos, depurada por luenga experiencia de siglos. Y, no sin razón, el español creía en el aceite de oliva y en sus varias propiedades, como escribiera Azorín con pluma, que siempre quiso ser verídica: "...quier eméticas, quier vulnerarias, quier emolientes", quien también cantó sin regateos al árbol milenario que produce tan maravilloso líquido: "Es el olivo un árbol serio, digno, inmutable, próvido; mi árbol preferido". El pueblo español -y con razón- creía en el aceite porque (y sigo citando a Azorín) "el aceite sirve de emético, y ablanda las postemas. No hay mejor compañía del enfermo en su noche dolorosa que la mariposa del aceite; el aceite hace callar quicios y suaviza las cerraduras ... ; no me deis empanadas y hojaldres que con aceite no estén amasados...", etcétera.No es exagerado, pues, señalar el valor emblemático que el aceite de oliva tiene para el pueblo español (no ya meramente culinario). "Aunque no haya para aceite", se dice en situaciones extremas; y significativo resulta también el rechazo del pueblo llano a otros aceites más modernos" y más baratos: semillas, girasol, maíz, grasas animales, etcétera.

Es por esto que una política falaz de la Administración española en un intento para mantener un precio político, irreal y contenedor de un producto tan noble y popular como el aceite, haya desembocado en este fraude asesino de la "picaresca de la colza", que ha recaído sobre las capas más modestas y tradicionales de la sociedad, precisamente aquéllas que son semillero de valores castizos, de tradiciones y de la idiosincrasia de un pueblo.

Ahora que nos encontramos en el período constituyente y reformador de un nuevo régimen, con unas elecciones generales en puertas, no estaría de más recordar a los políticos aspirantes a poltronas que una de las promesas electorales (algo se ha apuntado ya desde las filas de la oposición) que más puede mover e ilusionar al ciudadano de este país es una reforma seria y profunda de la Administración. Después de todo, los políticos del atril y de la frase, aunque se crean otra cosa, no son sino meros gestores de los intereses de la comunidad. /

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