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La "cumbre" árabe de Fez

El rey Hassan II de Marruecos ofreció en Ifrane una fastuosa recepción a los jefes de Estado árabes

Sentados frente a un enorme eslógan que afirmaba: "Sanusamli fi Al Qods" (Rezaremos en Jerusalén), escrito con enormes letras de varios metros de diámetro sobre la ladera de una montaña de Ifrane, los jefes de las delegaciones de los veinte países árabes que participaron durante cuatro días en la cumbre de Fez fueron obsequiados el miércoles por el rey Hassan II con un opíparo banquete y un grandioso espectáculo folklórico.

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La consigna de "Rezaremos en Jerusalén" traduce a la perfección la moderación de los objetivos limitados pero más realistas que nunca que se fijaron los líderes árabes reunidos en esta XII cumbre árabe de Fez. No se fijan fechas ni medios, y el deseo de orar en los sagrados lugares del Islam que se encuentran en Jerusalén, más espiritual que político, dista mucho de la intransigencia pasada con que árabes e israelíes se plantearon sus metas respectivas.Cuatro mil jinetes, un centenar de grupos folklóricos, un millar de hombres azules del desierto con sus correspondientes camellos, y una masa entusiasta de cerca de 100.000 personas fueron hechos traer el miércoles por el rey Hassan II a las afueras de Ifrane para amenizar la fastuosa invitación.

Unas 2.000 tiendas de Caid y jaimas fueron instaladas en la explanada alejada y solitaria donde se encuentra el aeropuerto de Ifrane, para proteger a los jefes de Estado, a sus numerosos acompañantes, a los alcaldes y notables de la región, a los funcionarios y oficiales, y a todos los invitados del monarca, de un sol ardiente.

En el centro del cuadrilátero de jaimas y tiendas de Caid, y pegada al costado de la torre de control del aeropuerto, rodeada por unas quinientas alfombras de todos los estilos que se fabrican en Marruecos, se levantaba la tienda real Allí, sentados en cómodos butacones bajos, y atendidos por un enjambre de sirvientes diligentes y silenciosos, los jefes de Estado celebraron una sesión informal de trabajo mientras degustaban los manjares y miraban de reojo el espectáculo.

Un banquete de tres horas

Durante las tres horas largas que duró el banquete, los jinetes, colocados en el extremo del terreno, se lanzaban por oleadas de cien caballistas a galope tendido en dirección de la tienda real y disparaban sus viejos arcabuces cargados sólo con pólvora de salvas, naturalmente, a un centenar de metros de los jefes de Estado.

Antes de comenzar el espectáculo, los veinte reyes, presidentes y jefes de delegación, incluido el rey Hassan II, subieron juntos a un camión del Ejército, descubierto, y sentados codo con codo en los bancos de madera, dieron una vuelta completa al terreno, saludando con el gesto a todos los asistentes.

Dos furgonetas cargadas de guardaespaldas de todos los países árabes seguían, pegados a los talones, a sus jefes, y con sus trajes oscuros, sus bolsillos abultados y sus gestos feroces ofrecían una nota de marcado contraste con las sonrisas que prodigaban a diestro y siniestro los líderes. Mientras, los helicópteros de la gendarmería real llevaban a cabo desde el cielo una vigilancia suplementaria.

Cuatrocientos periodistas, que cubrimos la cumbre de Fez desde la lejana y aislada ciudad de Mequinez, fuimos invitados a estar presentes con seis horas de anticipación en el grandioso espectáculo. Tal proeza de puntualidad periodística la obtuvieron los funcionarios marroquíes con el cebo de una supuesta conferencia de Prensa que debía ofrecer el ministro marroquí del Exterior, Mohamed Buceta, primero a las diez en Ifrane, luego a las doce, después a las catorce antes del almuerzo, a las quince después de restaurar el apetito, a las dieciocho una vez terminado el folklore, para luego ser pospuesta al hipotético pero tradicional mañana.

Carneros asados para cada cuatro o seis personas fueron servidos enteros, con sus cuernos retorcidos requemados, la lengua mordida probablemente del dolor del sacrificio, el rictus amargo de la conciencia de tan lamentable destino, los ojos hundidos en sus órbitas al haberles explotado con el calor, los genitales chamuscados y fláccidos, pero el todo crustillante y exquisito. Después del carnero vino una abundante tallina de pollo con aceitunas calientes, y luego un magnífico cuscus fasi, fruta y bebidas refrescantes y no alcohólicas.

"Nunca estáis conformes, decían los funcionarios marroquíes de la información a los periodistas que protestaban por el escaso partido profesional que se le podía sacar a la jornada: "¿acaso no habéis comido bien, no habéis visto el espectáculo?". A las nueve de la noche, rendidos y polvorientos, fuimos depositados de nuevo en los hoteles de Mequinez, después de varios encontronazos violentos con la seguridad acompañante, que tan pronto decía: "Suban al camión", "bajen del camión", para volver a repetir las mismas órdenes y contraórdenes con el natural contento de los que transportaban las pesadas cámaras de televisión.

Al final de la tarde, y ante la insatisfacción periodística generalizada, los jefes de Estado accedieron a posar unos minutos, todos cogidos de la mano, y rodeando a Yasir Arafat, que levantaba su mano izquierda con los dedos índice y medio abiertos en uve de victoria.

Aunque en esta cumbre de Fez la información ha sido reducida a su mínima expresión, los medios puestos a disposición de la Prensa fueron considerables; hoteles pagados, autobuses para el transporte entre Mequinez y Fez, y hasta una especie de Orient Expres refrigerado, dedicado al transporte nocturno de regreso de los periodistas.

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