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Memorable faena de Ruiz Miguel

ENVIADO ESPECIALHay que comprimirse. No tiene mucha suerte la fiesta: cuando llega una de las corridas más importantes de la temporada, y dentro de ella una faena memorable de ese león torero que es Ruiz Miguel, resulta que se disuelven las Cortes y hay que comprimirse. Ya podrían haberse disuelto las Cortes otro día; por ejemplo, en tarde taurina de borregos. Con tantas como hay.

Por primera vez en la feria no salieron borregos, sino toros de trapío, con casta, la que da emoción a la lidia. Y se encontraron con tres torerazos que ponían el alma en sus actuaciones, los cuales redondearon una tarde inolvidable.

El público sí que vibró ayer de verdad, con entusiasmo y hasta con delirio, sin necesidad del triunfalismo gratuíto de ese inútil funcionario que ocupa el palco. El público botaba en sus asientos cuando los toreros se arrimaban de firme y se pasaban por la faja las embestidas realmente agresivas de los antiguos Guardiola. Los tres diestros hicieron derroche de valentáa y pundonor. Los tres, cada uno en su estilo, cuajaron faenas de gran mérito. Esplá, con una torería fragante. Palomar, con reciedumbre castellana. Ambos banderillearon con acierto y compitieron en sus faenas de muleta con denuedo y garra para alzarse con el triunfo.

Plaza de Almería

27 de agosto.Tercera de feria. Toros de Félix Hernández, con trapío y casta. Ruiz Miguel. Oreja protestada / Dos orejas y dos clamorosas vueltas. Luis Francisco Esplá. Aplausos / Oreja. José Luis Palomar. Aplausos / Oreja.

Triunfo de apoteosis

El triunfo de apoteosis, sin embargo, lo obtuvo Ruiz Miguel, con dos toros difíciles. Al primero le aguantó con impresionante estoicismo los peligrosos derrotes, que iban al bulto. En el cuarto, toro de cuajo y fuerza, aún hizo más. Añadió al valor, poderío; enceló la reservona embestida; suavizó con temple la bronquedad de las cabezadas, y apenas sin damos cuenta, allí estaba el torero, torerazo, ligando series de naturales exquisitos. ¿Cómo esos naturales, con semejante toro?. Pues talmente así, según quería Ruiz Miguel, en una de las más inspiradas actuaciones que le hayamos visto. Vinieron luego unas espaldinas de escalofrío. No se le podía pedir más a la faena y el triunfo ya era de clamor, con toda la plaza en un delirio, coreando "¡torero, torero!".Sin embargo, Ruiz Miguel se exigía más. Ahora pretendía someter al Guardiola por el otro pitón, el derecho, el más peligroso. "¡Déjalo, mátalo!", le gritaba el público. Pero ni lo dejó ni lo mató, sino que dominó también la embestida imposible de ese pitón, y se lo pasó por delante, en redondos templadísimos, cuantas veces quiso. La estocada fue en las agujas. Rodó el toro. El público pedía el rabo, atronaban las ovaciones. La feria de Almería se situaba en la cumbre de la temporada española. Con toros y toreros de casta, así habría de ser. Nos damos el gusto de repetirlo, aunque tengamos que comprimimos: fueron una faena y una tarde memorables.

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