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Moura, él solo

ENVIADO ESPECIALLos caballitos, uno a uno, y si el jinete es Moura, que vaya solo, siempre solo, para lucir como gran aperitivo o como gran postre, en cualquier caso como un regalo, el más puro arte del rejoneo.

Digamos rejoneo, pero digamos con mayor propiedad toreo, pues lo que sabe hacer Moura a caballo, y repitió ayer en Bilbao con perfección es, sencillamente, torear. Toreo mágico, total en cuanto admite esta variante de la fiesta, es lo que realizó entre aclamaciones el aún muy joven Movira, con un toro manso declarado, el cual, en cuan to sentía la punzida del arpón, ga lopaba despavorido hacia tablas, para brincarlas, y una vez hasta llegó a meter medio cuerpo en el callejón.

Plaza de Bilbao

18 de agosto. Tercera corrida de feria.Toros de Murteira Grave, con trapío,flojos, deslucidos. José Antonio Campuzano. Bajonazo (palmas y saludos). Pinchazo y bajonazo (silencio). Jorge Gutiérrez. Estocada corta caída (silencio). Estocada corta (vuelta). Emilio Muñoz. Pinchazo y bajonazo (silencio). Pinchazo y bajonazo descarado (palmas). Un toro de Viento Verde, para rejones, manso. Joao Moura. Rejón descordando (oreja y dos clamorosas vueltas al ruedo). Asistió a la corrida el lendakari Carlos Garaicoechea.

Las inclinacioiies huidizas y co bardicas, sin embargo, le duraron poco, pues Moura le obligó a embestir, a base de encelarle en el mismísimo cent:ro del redondel. Toreo grande el del rejoneador portugués, que creaba arte y, al tiempo, retaba al manso. Cuando ya el toro acometía, incluso crecido, le corría de costado, cabalgando a dos pistas, dicen que le dicen, hasta ponerlo en suerte y entonces volvía la grupa, entraba de frente, q uebraba, reunía al estribo, prendía las banderillas en lo alto.

Una maravilla toda la actuación del portugués, medida, eficaz, alegre, torera. En numerosas ocasiones puso al pú.blico en pie. Moura, que suele estar muy mal con los rejones de muerte, acertó a descordar al toro en el primer intento, y lo fulminó; lo dejó lisiado para los restos, pidiendo a bramidos la silla de ruedas. El presidente premió la faena con la oreja que había merecido, mientras el público pedía "¡la otra, la otra" a grito pelado, según acostumbra en estos fastos y obligó al torero grande, torero de época, a dar dos clamorosas vueltas al ruedo.

El resto de la corrida transcurrió con otros tonos, aunque se mantuvo interesante pues los Murteira presentaron problemas y dieron cierta emoción a la lidia.

Eran toros de trapío, algunos muy serios y armados, como tercero, quinto y sexto, pero flojos, y casi todos deslucidos. Hubo dos con nobleza y le correspondieron a José Antonio Campuzano, que los desaprovechó. Se encuentra éste diestro en un momento de corta decisión y larga vulgaridad, muy apegado a los alivios del pico, con escaso temple y, naturalmente, así no se puede torear, por mucha suerte que tenga en el sorteo de las reses.

Jorge Gutiérrez estuvo muy valiente con un toro reservón y otro sin fijeza, que se fue avisando progresivamente y llegó a tirarle un serio derrote a la cara, y añadió al valor buena técnica para obligar en las escasas embestidas manejables de su lote. Emilio Muñoz, con igual disposición, porfió mucho, incluso de frente, a un toro reservón y a otro tardo, si bien no llegó a encontrarles a ninguno de los dos ni las distancias ni el temple. Ambos hicieron, más o menos, !o que permitía el ganado.

Las mejores ovaciones se las ganaron los banderilleros, principalmente los hermanos Ortiz, que parearon muy bien al segundo toro de Gutíérrez, y Mariscal y Juanili, que ejecutaron la suerte con mayor autenticidad en el último. A los cuatro les obligó el público a saludar montera en mano. Curro Alvarez, tercer componente de la "Cuadrilla del Arte", tampoco prendió mal los palos en su turno, pero en la brega pegaba horrendos capotazos y se echaba peligrosamente el toro encima. Su jefe, Jorge Gutiérrez, hubo de sustituirle, para que no enseñara latín a un toro que el portugués ya lo hablaba de salida y se le iba resabiando por momentos.

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