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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La Orquesta de Israel

LOS INTENTOS de interrumpir los conciertos de la Orquesta de Israel en Santander son reprobables. También lo es la exagerada represión de la policía, con el acostumbrado deseo de velar los carretes: cuando se intenta destruir una prueba gráfica de lo que se ha hecho es que se tiene la noción de que no está bien hecho. La policía debe tener, y sin duda tiene, medios de evitar determinados actos sin acudir a la agresión física; y alguien le debe reiterar la orden, si es que la tiene, de no reprimir a los periodistas que cumplen con su deber, que es el de reflejar públicamente lo que pasa en la realidad.La Orquesta de Israel es una formación musical con fama en el mundo entero. Recibirla es un honor, y escucharla, un acto de cultura; y aun puede decirse que es un acto mayor de cultura que quien no quiera escucharla respete el derecho de los otros. Las manifestaciones de Santandet representan una confusión grave: la de que se puedan confundir los actos de un Gobierno con la irradiación de un Estado, y sobre todo, más grave aún, que se pueda extender la culpabilidad de unos hechos que constituyen un escándalo universal y una violación de las leyes y costumbres de guerra, como los que está perpetrando el Gobierno de Israel en el Líbano, a los ciudadanos de ese Estado y, como está ocurriendo tambien, a la religión o la raza judía. Son el mismo Beguin y algunos de los fanáticos que le rodean y le estimulan quienes están fomentando esa confusión. Por ejemplo, la jactanciosa amenaza a Francia de que en un momento dado puede dar órdenes a los judíos franceses de que actúen por su cuenta parece coincidir con las teorías de Hitler y sus predecesores en el antisemitismo bárbaro de que los judíos, tengan la nacionalidad que tengan, obedecen más a la instancia de una secta internacionalizada que a las ratones de la patria que les da nacionalidad y trabajo. Mentiras que fueron ya desmentidas cuando se esclareció el proceso Dreyfuss y cuando se descubrió la falsedad del libro sobre los Protocolos de Sión.

Más allá aún de las complicidades que trata de buscar Beguin, tiene que prevalecer " este otro espíritu. Una cosa es el acto de un Gobierno, y otra la irradiación de sus ciudadanos y de su cultura. Las autoridades hacen bien en obligar a respetar ese principio. Pero pueden hacerlo respetar de forma que no puedan ser acusadas, a su vez, de brutalidad.

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