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Moscú se resigna y opta por ignorar las negociaciones

La URSS se limita a ignorar, con obligada resignación, las negociaciones entre las partes implicadas en el conflicto de Líbano. "En Líbano, la situación continúa siendo tensa". De un plumazo, con estas. palabras u otras semejantes, la Prensa soviética resume desde hace varios días los acontecimientos de Oriente Próximo. Casi ninguna referencia a las negociaciones para la evacución de los guerrilleros palestinos ni al previsible despliegue inmediato de una fuerza multinacional.Tan sólo, las habituales críticas a Tel Aviv y las condenas a Esta dos Unidos por su "complicidad en la agresión". Calificativos cada vez más duros y rebuscados y ni una sola línea en la Prensa soviética en torno a las presiones de la Casa Blanca sobre el Gobierno de Israel.

El análisis de los comunicados emitidos por el Kremlin desde el inicio de la invasión israelí de Líbano muestra bien claramente el progresivo desinflamiento de la política soviética para Oriente Próximo.

El día 14 de junio último, cuan do aún comenzaban a instalarse en tomo a Beirut las tropas israelíes, el Kremlin hacía pública una durísima declaración oficial que algunos observadores llegaban a interpretar como amenaza de intervención. Aquel día, el Gobierno de Moscú exigía a Israel que cesara de inmediato su insolente agresión contra Líbano y recordaba de modo significativo que Oriente Próximo es una región situada en las cercanías de la frontera sur de la URSS. Esta circunstancia geográfica hacia que -a juicio de Moscú- la Unión Soviética sintiera en juego los intereses de su seguridad a consecuencia del conflicto.

Buen número de observadores occidentales veían en esta declaración del Kremlin, una respuesta a la iniciativa de Washington de participar con sus tropas en la fuerza multinacional que se interpondría entre los combatientes. Para Moscú, esta iniciativa era inaceptable, porque significaría el aumento de la presencia militar norteamericana en Oriente Próximo.

Pero además, los soviéticos trataban desesperadamente de no verse marginados de la solución del conflicto y, para ello, insistían en discutir el problema en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas -foro en el que se encuentran representados permanentemente y con derecho a veto-, aunque ellos mismos fuesen conscientes de su dudosa eficacia. En cualquier caso -pudo ser el cálculo del KremIin-, los vetos norteamericanos a los proyectos de resolución contrarios a Israel resultarían propagandísticamente favorables a la URSS.

El 8 de julio, el líder soviético Leónidas Breznev, enviaba un telegrama a su colega norteamericano, Ronald Reagan, con tonos tan duros como los del precedente comunicado del Krernlin. No faltaban tampoco en él algunos matices que podían ser interpretados como amenazas. El 2 de agosto, Breznev remitía un nuevo mensaje a Reagan en tono muy moderado y haciendo tan solo hincapié en las responsabilidades morales de "aquellos que habiendo podido para al agresor no lo hicieron".

Con manifiesta sensación de impotencia, los medios de comunicación de la URSS llegaban incluso a atacar a los régimen árabes por su inhibición ante el conflicto.

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