Programas electorales y planificación
Si estos comicios se realizaran ahora, el riesgo de que un elevado porcentaje del, electorado que habitualmente vota se abstuviera, sería inmenso, a falta de alternativas coherentes en lo ideológico, y económico.Los ciudadanos observan atónitos cómo en general, más que disputas sobre diferencias de enfoque del rumbo futuro del país, se aprecian luchas personales por el dominio de tal o cual parcela de poder. Estas discusiones internas e interpartidos no sólo son positivas, sino que saludables, síntomas de que las agrupaciones políticas de la nación están vivas, pero siempre y cuando el debate no se reduzca a cuestiones personales, dejando en tercer o cuarto plano las grandes ideas o proyectos que el país precisa, y, por supuesto, lo que piensan las bases o seguidores de los partidos.
Una democracia en rodaje como la nuestra, para su consolidación precisa de la existencia de unos partidos políticos que calen en la opinión pública, tanto por la rigurosidad y seriedad de sus postula, dos como por la fiabilidad y capacidad de sus dirigentes. La carencia de estos elementos acrecienta el descrédito y desencanto por el sistema democrático y, por consiguiente, contribuye al fortalecimiento de los llamados poderes en la sombra.
Se puede discutir en nuestros días de si la planificación es recomendable o desaconsejable en un período de crisis e incertidumbre como el actual en el mundo, ya casi en los umbrales del siglo XXI.
Pero lo que sí no admite dudas es que los partidos deben presentar al pueblo programas elrctorales que faciliten la elección del elector. Estos compromisos públicos deben afectar a aspectos de la vida nacional que son vitales para su normal desarrollo, como, por ejemplo, políticas en materia de defensa nacional, de gobernabilidad del país, de proyección exterior de las autonomías y, en lo estrictamente económico, directrices en cuanto al crecimiento de la economía, la lucha contra la inflación y el desempleo, el dimensionamiento del sector público, el fomento de la iniciativa privada, etcétera.
En todos esos temas es necesario reclamar una definición de las agrupaciones políticas para elevar el hoy bajísimo nivel del debate existente, que muchas veces da la impresión de una mera reubicación de personas en los espacios políticos disponibles. Este esfuerzo de los líderes, de generosidad, creatividad y de acercamiento al electorado, es imprescindible para el afianzamiento de un marco de convivencia democrático estable, y para no caer en la habitual costumbre de copiar experiencias de otras democracias europeas que, por diversos condicionamientos históricos, nos llevan algunos decenios de delantera en esta cuestión.
Sea cual sea el panorama que nos ofrece el porvenir, creemos que siempre será útil estar preparados para actuar frente a él, reduciendo los factores negativos y optimizando los favorables.
Esta función colectiva y deliberada de planificación la consideramos válida para coadyuvar a determinar el curso de las acciones futuras. El ejercicio del derecho a voto puede tener entonces una doble connotación, si estimamos que los partidos proponen alternativas o programas cara a las elecciones: se vota y se elige hoy, se vota y se controla mañana, es decir, al término de la legislatura ordinaria (cuatro años).
Hay que rescatar para las sociedades libres y modernas el concepto de la planificación como un instrumento impositivo en manos de regímenes autoritarios de uno u otro extremo.
Si el presente y el futuro son inciertos, mayor razón para aplicar los escasos recursos disponibles con un criterio ordenado y de prioridades, en función de su cuantía y de las auténticas necesidades de la población.
Actualmente, en nuestro país, hay una sensación de que el barco navega sin carta de navegación. Se elaboran contra reloj, se improvisan bajo una exclusiva base tecnocrática, planes aislados sectoriales o de reconversión industrial. Pero no se ve por ninguna parte un interés por llevar a cabo una planificación integrada e integradora, dirigida hacia unos objetivos comunes o sustentada en la definición de los eslabones principales de nuestra economía.
Rentabilidad y eficacia
El mundo en que vivimos, al que España no es ajena, adolece de lo que estimamos el peor mal de la humanidad, la falta de solidaridad entre países, sectores y clases. Si esto no se subsana, irremediablemente el mundo occidental irá al caos al acentuarse los niveles de pobreza, desigualdad e incultura. Es evidente que en términos globales este fenómeno no es aplicable a nuestro país, pero sí a extensas zonas y regiones en las cuales las condiciones de habitabilidad y cultura lindan con el Tercer Mundo. Esta es la cruda realidad. Por ello confiamos en la coexistencia en España de un sector público importante y un sector privado con mayores expectativas y apoyo. De ahí la necesidad de adoptar un sistema institucional de planificación de la economía, en el marco nacional y en el de las comunidades autónomas. Una planificación que busque el bienestar de la población en función de criterios de rentabilidad económica y de eficacia en la prestación de servicios. Una planificación dotada de los elementos burocráticos mínimos, pero con una gran dosis de permeabilidad hacia la detección de los problemas de la sociedad. Una planificación vinculante para el sector público e indicativa y orientadora para la actividad privada, en las que los principios de flexibilidad y cambio de rumbo estén presentes.
La utilización que se pretende hacer de los instrumentos de política económica debe ser conocida por todos antes de acudir a las urnas. Por ello exponemos la necesidad de una planificación institucional que elabore planes de compromiso, trienales o cuatrienales, coincidiendo y respetando escrupulosamente la posibilidad cierta de alternancia de los partidos políticos en el poder cada cuatro años, sin excluir horizontes más amplios en sectores que sus peculiaridades así lo exijan.
Los partidos políticos tienen la palabra. Los que en sus distintas variantes propugnen economías de corte capitalista, socialista o mixta, pero, por favor, que cada uno de ellos sepa estar con coherencia en su sitio para que el pueblo no se lleve a engaño, y así no tirar por la borda lo que con tanto sacrificio y espíritu cívico se ha conseguido en estos últimos años.
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