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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Recuerdo de 'Enola Gay'

Hace poco más de un año, las listas de éxitos musicales, los llamados hit parades, registraban el título Enola Gay como una de las canciones de mayor éxito en todo el continente europeo. Sus intérpretes eran Maniobras Orquestales en la Oscuridad, un grupo que este, año ha vuelto a tener éxito también con una canción muy agradable de escuchar: Juana de Arco.

Pero Enola Gay, antes de ser el título de una canción millonaria, fue primero el nombre de una mujer, y después, el nombre de un avión, los cuales siempre serán recordados. La mujer era la madre de Paul Tibbets, el hombre que arrojó la bomba sobre la ciudad de Hiroshima; el avión, que ahora se guarda en un depósito secreto, fue el aparato que transportó la maldita bomba y desde el cual fue lanzada. Paul Tibbets, a modo de homenaje, puso a su avión el nombre de su madre.

Paul Tibbets, actualmente, es el presidente de una compañía aérea privada de aviación. El día 6 de, agosto de 1945, cuando ocurrió la catástrofe atómica, era un aviador del Ejército americano.

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A EE UU le bastó con lanzar dos bombas para ganar la guerra, y de eso es de lo que se trataba. Después se dijo que por el hecho de haberlas lanzado, se había salvado la vida a más de dos millones de soldados, japoneses y amencanos, que habrían muerto en el caso de que la guerra hubiera continuado. Es triste hablar de guerras, aunque sólo sea, como en este caso, para recordar una que sucedió hace 37 años. Pero los expertos en armamenté nuclear pueden estremecer a cualquiera con datos como éstos, que en algún momento podrían originar desastres mucho más graves que los que sucedieron en Hiroshima:

1. Un misil soviético puede alcanzar en menos de trece minutos la ciudad,de Nueva York.

2. La fuerza atómica americana podría devastar en menos de media hora ciudades y núcleos industriales soviéticos. Sólo de pensarlo da miedo, y. parece tan increíble, que uno no se lo explica. Pero la historia se repite, y quién sabe si no existirá alguna vez, tarde o pronto, otro aviador que, cumpliendo órdenes, tenga que arrojar alguno de esos ingenios atómicos y que haga inmórtal, por ejemplo, el nombre de su madre bautizando su aparato con el nombre de ella. Hasta es posible que vuelva a suceder que luego ni siquiera se arrepienta, porque las órdenes no se discuten, se cumplen. / periodista,

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