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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La Edad Media, en la televisión

NOCHE TRAS noche, la televisión, puntual y correctamente servida, enseña Beirut: los muñones de los niños musulmanes, las ancianas que atraviesan despavoridas las calles barridas por las bombas de fragmentación -de fragmentación, finalmente, de seres humanos-, las filas inmensas para repartirse unas gotas de agua, las nubes de humo coronando los edificios de lo que fue una de las más hermosas ciudades mediterráneas en la que se cultivaba esa virtud perdida para siempre de la dulzura de vivir.Las estadísticas se cruzan con las últimas noticias. Se dice que 150.000 bombas han caído en 24 horas en un espacio de veinticinco kilómetros cuadrados. Y se informa de que Estados Unidos parece dar muestras de enfado e impaciencia con respecto a Israel. Parecería, por el contrario, que tiene cada vez más paciencia para con sus aliados y más interés en la contemplación de los efectos de sus propias armas.

La invasión de Líbano comenzó el 6 de junio. El 2 de agosto, 57 días después, se ha violado, nueve veces el alto el fuego, hay decenas de millares de víctimas y ninguna de las concesiones de los palestinos, que sufren un cerco medieval de vieja plaza sitiada, pero multiplicado por la fuerza de las nuevas armas, ha sido tomada en consideración. Cuando comenzó la invasión, Estados Unidos apoyó la resolución del Consejo de Seguridad ordenando una retirada inmediata de las tropas de Israel. En estos momentos, su acción -aunque quizá con esa nota de enfado que dicen las informaciones oficiosas- se centra en obligar a los palestinos, civiles y militares, a abandonar sus posiciones, sus restos de casa, sus últimos bienes.

¿Hacia dónde? Siria, Egipto, Jordania e Irak parecen dispuestos a acoger a los evacuados. Pero hay listas, nombres, condiciones. Algunos países quieren recibir solamente civiles; otros, soldados de los que consideran ejército regular de Palestina. Entre los combatientes, parece que unos 2.000 están considerados como indeseables o peligrosos: nadie los acepta. Pero hay otra pregunta: ¿por dónde? Israel no parece dispuesto a abrir el cerco, a separar la boca de la tenaza para que salgan. Alude a trampas, sospechas, maniobras. Ya ha ocupado -el lunes- el aeropuerto; ha situado una columna de blindados en la ciudad. Se encuentra más seguro con la aplicación de la fuerza. Puede sospecharse que prefiere la solución final .Tiene apoyos morales. En una colina que domina Beirut suele reunir observadores extranjeros, allí han conferenciado cuarenta rabinos, la mitad de ellos israelíes, la otra mitad de los Estados Unidos -si es que existe una diferencia-, y, después de ver lo que sucede, han dictaminado que la guerra es "justa y necesaria". Allí ha estado Sammy Davis hijo -mitad negro, mitad judío- y Jane Fonda. Un mirador para vips, que no tiene suficiente con los muñones y la sed que muestran, en pequeño, las pantallas de televisión.

Es incalculable lo que este gran espectáculo puede costarle a Israel y al mundo. Las pérdidas de prestigio, de conciencia, de razón se acumulan con muy poco tiempo. Ya es grave lo que ha alterado cierta manera de considerar políticamente el mundo la guerra de las Malvinas. El cerco y las matanzas de Beirut pueden, a la larga, producir una alteración mayor. La imagen de Israel se ha destrozado, la de Estados Unidos ha llegado al punto más bajo en el Tercer Mundo. Lo que se pueda ganar por diezmar, desarmar y eliminar a unos miles de palestinos de Líbano no compensará nunca lo que se ha perdido ya y lo que se va a perder en esperanzas de paz, de coexistencia, de entendimiento en esta zona.

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