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El gasoducto se construirá con o sin sanciones, segun Moscú

Con o sin sanciones occidentales, el gasoducto de Urengoi estará en funcionamiento en la fecha prevista. Con este enérgico tono la Prensa y los medios oficiales soviéticos aseguran que nada podrá impedir que, a partir de 1984, lleguen a Europa cada año 40.000 millones de metros cúbicos de gas siberiano, a través de un largo conducto de cerca de 6.000 kilómetros de largo que unirá la frontera germano-checa con los yacimientos de Urengoi, donde, según estimaciones, se encuentra la tercera parte de las reservas mundiales de gas natural conocidas hasta el momento.Aparentemente, las sanciones norteamericanas no parecen haber inquietado a los soviéticos. Incluso hay quien ha querido detectar cierto contento por parte de Moscú ante las notables divergencias que se han producido en este tema entre Washington y sus aliados europeos.

El Kremlin parece querer echar el resto en Urengoi: el tema se ha convertido ya en una cuestión de prestigio, con la que se trataría de demostrar cómo la URSS puede prescindir de la tecnología occidental. La Prensa se hace eco de los esfuerzos realizados en la zona, y viajeros de procedentes Urengoi cuentan cómo los trabajos se realizan con gran actividad: técnicos de Leningrado levantan a toda prisa las casas en las que se albergarán los trabajadores; transportes aéreos abastecen la región de frutas y verduras -alimentos casi desconocidos en esas latitudes-, y se sabe que se ejerce un fuerte control policial para evitar la llegada a la ciudad de pícaros y aventureros que puedan deteriorar la convivencia.

La revista Tiempos Nuevos, en su último número, publicaba un reportaje bien significativo. La URSS, afirmaba, podría llevar a cabo este proyecto sin ninguna participación occidental. En defensa de esta tesis, el citado semanario arrojaba toda una tormenta de datos. Las importaciones occidentales -argüía, por ejemplo- representarán tan sólo el 12% de los tubos a instalar en los gasoductos de la URSS durante el quinquenio 1981-1985, mientras que la industria de tubos de la República Federal de Alemania ocupará las dos terceras partes de su producción en atender los pedidos de los soviéticos.

Según esta tesis, al solicitar créditos y tecnología occidental, Moscú pretende trabajar sobre el modelo de "división del trabajo a escala europea", "utilizando las capacidades desocupádas en la industria de Europa occidental" y ofreciendo a estos países "la posibilidad de diversificar las fuentes de aprovisionamiento energético". Además -y como resultado político de esta cooperación-, se aumentaría la confianza mutua en las relaciones Este-Oeste.

En medios económicos occidentales de la capital soviética no se comparte en absoluto este optimismo oficial. Al margen de que la URSS pueda realizar o no el proyecto del gasoducto sin participación occidental, es innegable -se afirma en dichos medios- que necesitará los 8.000 millones de dólares (cerca de 900.000 millones de pesetas) que recibiría anualmente de Occidente a cambio del gas natural que circulará a través del gasoducto. La debilidad financiera del bloque del Este necesita, sin duda, esta fuerte inyección de divisas.

La cuestión del aporte tecnológico occidental a la URSS se presenta como algo aún más importante a los ojos de los observadores occidentales. Cierto es que los actuales dirigentes soviéticos no parecen coincidir con Stalin en que la cibernética sea una ciencia burguesa (aunque tampoco se han molestado en desmentirle), pero, en cualquier caso, es innegable que la URSS ha ido perdiendo terreno respecto a Occidente, durante los últimos años, en la utilización de tecnologías punteras.

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