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La zarzuela, con autores y títulos populares, se convierte en la música del verano madrileño

La zarzuela es género que sigue gozando del favor, si no el fervor, popular. Y lo demuestra, una vez más, nuestro público que acude en masa al llamamiento del Centro Cultural de la Villa de Madrid, donde continúan a lo largo del verano los programas presentados por la Compañía Lírica Española, bajo la dirección de Antonio Amengual, y en otros teatros madrileños, para aplaudir a sus autores predilectos en sus títulos preferidos.

El Centro Cultural de la Villa de Madrid -cómodo y bien refrigerado- ha presentado ya La del manojo de rosas, La rosa del azafrán, La tabernera del puerto, La dolorosa, Molinos de viento y durante la presente semana Los gavilanes, del maestro Guerrero. La Compañía Lírica Española, que dirige Antonio Amengual, cederá paso a los Ases Líricos de Evelio Esteve, dirigida musicalmente por Vicente Sempere.A partir del primeros de agosto se sucederán Luisa Fernanda, La Gran Vía, Bohemios y La del Soto del Parral. Es decir, los nombres de compositores como Sorozábal, Guerrero, Serrano, Luna, Moreno Torrobaj Chueca, Vives, Soutullo y Vert, siguen vivos en la memoria de las gentes y en el homenaje tantas veces rendido por el pueblo y ya concretado por el Ayuntamiento, a los dos grandes supervivientes de la zarzuela: Federico Moreno Torroba y Pablo Sorozábal.

Precisamente con Katiuska, aquella zarzuela que vino a romper moldes en el año 1932, Sorozábal ha inaugurado el cartel de la Compañía de José de Luna, durante las ultimas semanas, en el Palacio del Progreso, de Madrid. Bajo la dirección escénica de Alfonso del Real y la musical de Enrique López, Katiuska vuelve a conocer el éxito, en las voces y el trabajo teatral de Paquita Maroto, María José Losada, Amparo Sala, Tomás Alvarez, Francisco Maroto, Del Real y Salvador Castelló. Nombres jóvenes, junto a otros veteranos, defendieron con fortuna una obra que, por otra parte, se defiende sola desde los pentagramas.

Tienen estas temporadas una clara intención y un definido aire popular. Por lo mismo, hablar de modestia supone pensar en lo que es excepcional: la gran superproducción subvencionada o la grabación discográfica con reparto de divos. En un caso y en otro puede escaparse, a pesar de los medios y la calidad, el espíritu de la zarzuela, que no es otro que el del teatro popular de los españoles, tan caracterizado que llamó, en su día, la atención de Nietzsche o de Trotsky y, entre nosotros, la de Ortega, Marañón y Pío Baroja.

También está presente la zarzuela en la Plaza Mayor, dentro de la Fiesta del Madrid Romántico, con una antología que va de Barbieri a Torroba o en los conciertos populares que ha dado la Orquesta Sinfónica (Orquesta Arbás), en el Teatro de la Zarzuela, bajo la dirección de Jorge Rubio, en los que escuchamos los más célebres fragmentos instrumentales de la zarzuela de ayer y de hoy, del género chico y del grande (en zarzuela sucede al contrario que con los peces: el chico se come al grande).

Todo ello mientras rueda por el mundo una nueva explotación de la temática zarzuelística, grabada en discos por Luis Cobos con la Filarmónica de Londres o los conciertos registrados por Domingo, Kraus, Carreras, Caballé, Berganza, Lavirgen, Lorengar, Victoria de los Angeles y demás estrellas.

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