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Los sindicatos italianos se preparan para un 'otoño caliente'

Juan Arias

Lo cierto es que, si no se ha llegado el miércoles a una nueva fase del sindicato, en la cual los tres grandes gremios empiecen a ir cada cual por su parte, se debe, sobre todo, a la gran amistad personal que une a los tres secretarios generales: Lama, Carniti y Benvenuto, que tantas batallas han hecho juntos y y que tanto han defendido siempre la unidad.Pero el problema de fondo es político. En un país en el que los sindicatos han sido siempre, en realidad, un auténtico partido sombra, que ha tenido voz y voto, no podía dejar de repercutir la nueva fase que se está abriendo en el campo del Gobierno.

La frustración de no gobernar

Por una parte, el partido comunista, que está detrás del gremio CGIL, que es el más fuerte del país, no quiere exponerse a las críticas de su base obrera más extremista que vive aún con pasión la función de oposición al Gobiemo y la frustración de no poder participar directamente en los Gobiernos del país. Al contrario, el partido socialista, que está recobrando su perdida autonomía como partido de la izquierda, diferenciado del partido comunista, del que en los años pasados parecía más bien un monaguillo o un satélite, está empujando para tener a sus espaldas un sindicato que represente la nueva política del líder socialista, Bettino Craxi, que aspira a sustituir en el país la centralidad política, que desde hace cuarenta años tiene en sus manos la Democracia Cristiana.

La polítical de Craxi es una política reformista, y en ella está enderezando toda la política de su partido. Ha pedido, en efecto, una gran reforma, incluso constitucional, para dar a este país la posibilidad, hasta hoy considerada imposible, de tener Gobiernos estables que promuevan el desarrollo y defiendan el puesto de trabajo.

En esta línea está el joven y dinámico sindicato presidido por el socialista Giorgio Benvenuto. Es un sindicato que recoge hoy a la mayoría de los socialistas, a los republicanos y a los liberales, socialdemócratas y a no pocos trabajadores que militan en los pequeños partidos más radicalizados, como Democracia Proletaria y el Partido Radical.

Y es significativo que en los últimos tiempos, en las grandes concentraciones nacionales organizadas unitariamente por los tres gremios sindicales, el más contestado por la base sindical haya sido siempre el secretario de este sindicato, Giorgio Benvenuto, hasta el punto de impedirle hablar con gritos y lanzamiento de objetos. Y Benvenuto, que sabe muy bien que sus grandes adversarios son las bases comunistas más extremistas, ha dicho claramente que no es posible que puedan seguir juntos en un mismo sindicato quienes han decidido hacer las paces y quienes siguen aún soñando con la revolución.

Por otra parte, el tercer gremio, que en realidad es el más numeroso -es decir, el de CSIL-, que recoge el 90% de democristianos y un pequeño grupo de socialistas, está viviendo también, en este momento, una fase nueva. A la secretaría del partido democristiano, ha llegado en los meses pasados un hombre de mucho empuje: el joven sureño Ciriaco de Mita, de la izquierda del partido. Lo llaman ya el "Craxi democristiano" por su dinamismo y su decisión de transformar el viejo partido democristiano en un partido moderno, popular y eficiente, algo muy parecido a lo que está haciendo Craxi con el partido socialista.

Se dijo desde el primer momento que la nueva elección de De Mita podía provocar dos reacciones opuestas: o un enfrentamiento abierto con el tigre Craxi, o bien un acuerdo de hierro, si ambos, dos hombres de gran personalidad, acabaran entendiéndose. Por el momento, se ha realizado la segunda hipótesis. Ha bastado un encuentro personal entre el tigre y el león, como les llaman los observadores políticos, para que, por lo menos hasta después del verano, el primer ministro, Giovanni Spadolini, pueda seguir durmiendo tranquilo. Se ha evitado así la crisis de Gobierno y las elecciones anticipadas de octubre.

La eterna oposición

Pero la lucha seguirá siendo dura y subterránea, porque ambos líderes pretenden reforzar sus respectivos partidos, los cuales son, a su vez, una mina de votos de fácil tránsito del uno al otro partido. Y entre los dos, el partido comunista, que ve con preocupación un posible acuerdo entre De Mita y Craxi, lo cual podría conducir a la formación de un centroizquierda muy sólido, que obligaría a los comunistas a quedarse eternamente en la oposición, si su líder, Enrique Berlinguer, no cambiara su rígida posición de "o al Gobierno o a la oposición". Pero es precisamente ese posible pacto entre democristianos y socialistas lo que podría obligar a los comunistas a reexaminar esa postura drástica para poder estudiar nuevas fórmulas de participación en el Gobierno del país, sin que, esto suponga automáticamente el entrar con ministros propios en el Gabinete gubernamental

Y de estos juegos políticos dependerá, en realidad mucho, en el futuro inmediato, la continuidad o la ruptura de la unidad sindical

En este momento, por ejemplo, el caballo de batalla que, prácticamente, ha llevado a una ruptura momentánea de esa unidad, hasta el punto que han sido anulados todos los encuentros unitarios ya programados para antes del otoño, es el difícil y espinoso tema de la reestructuración del mecanismo que hoy regula el sueldo de los trabajadores en este país. La primera gran acusada es la famosa escala móvil, ya rechazada por la empresa privada y hasta por la pública. En realidad, es un instrumento que ya está muerto y que todos saben que necesita una revisión a fondo. Pero es aquí donde el desacuerdo entre los comunistas de CGIL y los otros sindicalistas de CISL y UIL llevan enfrentándose, sin llegar a un acuerdo, desde hace más de un año. Los no comunistas afirman que, en realidad, hoy la escala móvil no defiende ya el sueldo real de los trabajadores, porque es un elemento inflacionario. Y que, por tanto, lo importante es buscar una fórmula nueva que asegure la defensa real de los sueldos.

Los comunistas afirman que en el momento en que en Italia se tocara la escala móvil, los trabajadores perderían su mayor arma de defensa, ya que es el único instrumento que, de alguna manera, asegura un aumento automático del salarlo cada tres meses. De todo lo demás no se fían.

Pero el problema ha llegado a su punto álgido, ya que toda la empresa privada y pública se opone a abrir las negociaciones para los nuevos contratos de trabajo, si contemporáneamente no se abre un debate para analizar, de arriba a abajo, todo el mecanismo de los sueldos en este país.

Y el momento es grave, porque precisamente en estos días el Gobierno de centroizquierda, presidido por el republicano Spadolini, está discutiendo toda una nueva política de sacrificios económicos, considerada la más importante de la posguerra hasta hoy. Y puesto que el punto central es el enfrentamiento, desde hace seis meses, de los sindicatos con la Cofindustria, que se opone a abrir la sesión de los contratos si antes los sindicatos y el Gobierno no aceptan que se discuta la política salarial, los tres gremios sindicales han acabado el miércoles, poniéndose de acuerdo en una sola cosa: en empezar a estudiar nuevos mecanismos que regulen el salario en esta fase tan grave para la economía italiana. Pero, puesto que no fue posible encontrar un acuerdo sobre una propuesta unitaria, cada uno de los gremios va a presentar en estos días una propuesta autónoma, que será discutida con las empresas.

Y por ahora todo hace prever que la propuesta comunista será muy diversa de la que presentarán democristianos y socialistas. Más reformista esta última y más radical la comunista.

En realidad, todo se ha parado momentáneamente, para volver a la lucha acabado el verano. Una vez más se habla aquí de un otoño caliente, que este año, dicen, podrá ser de fuego. Podrá suceder de todo, porque, en realidad, los sindicatos son la fuerza política más importante.

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