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Teherán prepara nuevas y más importantes operaciones militares en el frente de Basora

Irán desea abrirse una vía expedita a través de Irak para liberar a Jerusalén de Israel. Este es el objetivo suplementario de la entrada de sus tropas en Irak, de donde no se marcharán mientras el presidente Saddam Hussein no sea derrocado.

Con este argumento, los dirigentes iraníes intentan explicar su decisión de adentrar decenas de miles de combatientes islámicos en el país vecino, de cuyas acciones militares hay hasta el momento poca información en Teherán. Las noticias tardan varios días en ser divulgadas, y ello, independiente mente del sesgo real de los enfrentamientos, se interpreta desde Teherán como un síntoma de que lo más duro de los combates toda vía no ha llegado. "En los próximos días habrá sorpresas", dijo el domingo el jefe del Ejército de Tierra iraní, coronel Sayed Chirazi, para el cual la operación Ramadán, iniciada por Irán en territorio iraquí a la hora del crepúsculo del martes pasado, "obedece a las exigencias del pueblo iraní por vengar a sus muertos en esta guerra impuesta por los enemigos del Islam".

Detrás de las palabras del coronel Chirazi, divulgadas por el diario Eteelat, de Teherán, no se averiguan las consideraciones estratégicas que sobre este conflicto se hacen las principales cancillerías del mundo. El alcance de la penetración iraní tiene, desde Teherán, una dimensión exclusivamente lo cal, y las referencias a la liberación de Jerusalén se ven desprovistas de la envergadura mundial que este propósito implica.

A nadie se le oculta que existen graves riesgos detrás de la tenaz decisión iraní. De cumplirse su objetivo de sitiar Basora, principal puerto iraquí de salida hacia el golfo Pérsico, la instalación en la capital iraquí de un régimen a fin a Teherán, presumiblemente islámico, podría acarrear una llamada a Washington por parte de los dirigentes de los Estados moderados del área. "Incluso, si nos obligan, tomaremos Bagdad", ha dicho el coronel Chirazi.

De producirse esta petición de socorro ante el temor de una expansión revolucionaria islámica por todo el área, pocos dudan que Washington barajará la posibilidad de movilizar sus unidades de despliegue rápido, lo cual implicaría con certeza una respuesta soviética.Según los más agoreros, esto es no sólo lo que puede, sino lo que realmente va a pasar. Por ello se ven los acontecimientos en la zona como un verdadero barril de dinamita a punto de hacer explosión.

Sin embargo, desde Teherán nada de esto parece ser tenido en cuenta. La idea de compensar los daños causados por Irak en Irán durante los veintidós meses de guerra parece pesar más que cualquier otra consideración, si bien ahora ya se sabe que la decisión de invadir el sur del país vecino fue ampliamente discutida en Teherán al poco de culminar con éxito la reconquista de Jorramshar, la ciudad ensangrentada, en el pasado mes de junio.

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Estas discusiones se ponen en relación con la anunciada remodelación gubernamental anunciada recientemente por el primer ministro iraní, Mir Hussein Mussavi. Entre tres y cinco carteras pueden cambiar de titulares, pero no se sabe aún el alcance del reajuste. Sí se conoce, empero, el propósito de crear una nueva cartera que integre en un nuevo ministerio a los guardianes de la revolución.

Igualmente, ayer fue noticia en Teherán la prohibición del semanario, Ittehad-e-Mardom, editado por el Tudeh (partido comunista), y la detención de un candidato de ese partido a las elecciones del Majlis, Nader Ali Akbhar Nejad, a quien se acusa de haber mantenido contactos en las montañas de Babol con organizaciones guerrilleras opuestas al régimen islámico.

El Tudeh apoya al régimen iraní y su implantación en Irán es importante. Cuenta con unos 100.000 habitantes y una amplia red de relaciones. Algunos sectores políticos le atribuyen una gran dependencia de Moscú. Se desconoce si la prohibición del semanario comunista preludia o no una operación más vasta contra el partido comunista iraní.

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