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Reportaje:

El 'rolling' Mick Jagger se solidarizó con los espectadores catalanes en el segundo recital de Madrid

El grupo de rock volvió a entusiasmar a más de 50.000 espectadores

Más de 50.000 personas asistieron ayer al segundo recital de los Rolling Stones en Madrid, celebrado a partir de las 21.30 horas en el estadio del Atlético de Madrid. Este concierto, programado para Barcelona, fue suspendido en la Ciudad Condal por problemas con los responsables del club Español, que temían destrozos en su campo de fútbol. Anoche, el solista de los Rolling, Mick Jagger, preguntó si en el estadio del Manzanares había espectadores de la capital catalana y aludió a sus problemas, por lo que fue muy aplaudido. El concierto se inició con la actuación del grupo norteamericano J. Geils Band, que acompaña a los Rolling como telonero. Tras un descanso prolongado, a las 23.30 horas hizo su aparición el famoso grupo británico, entre el entusiasmo del auditorio, que se entregó como lo habían hecho los 70.000 espectadores del primer concierto. La aparatosa presencia de las fuerzas de orden público fue, lo mismo que en el primer recital, totalmente innecesaria.

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Están ahí porque ellos se pasan por todos nosotros

Han llegado de todas partes, en sus viejos cacharros o en auto-stop, y acaban de gritar la última canción de los Rolling con apasionada satisfacción. Vienen desde Barcelona -unos 10.000, para pisar un césped que allí la autoridad se empeñó en proteger contra sus propios fantasmas-; viajaron desde Cádiz o desde la calle de enfrente, y hasta los hay de Pamplona, sanfermineros que han cambiado aquella ceremonia por esta otra que nunca envejecerá, como los conquistadores de los sesenta cambiaban en agosto a sus novias por aquellas otras que llegaban del norte para tostarse al sol.Son muchos, unos 50.000, -pero menos que el miércoles, aunque algunos sean repetidores que quisieron matizar la asignatura de aquel recital de los truenos y la lluvia-, y saben que acaban de ser testigos de otra apoteosis. Por eso se van riendo, en voz baja o en silencio, como salidos de una noche de opios, la garganta relajada el cuerpo marchoso, los sentidos plenos, camino de las terrazas de Recoletos o hacia el Sol, para bailar otro concierto que no escucharán con los oídos sino con la imaginación. Les basta con la imagen de esta banda de rock rodante porque aún conservan los sonidos de los Rolling. Y si no cantan el pobre de mí es porque saben que vivirán otras vibraciones y más plazas del castillo antes,de que los viejos rockeros decidan disolverse.

Segundas partes también son buenas

Aparte del dicho y lo que opinen los expertos, las segundas partes no tienen que ser obligatoriamente malas. Más bien, todo lo contrario: Lo bueno, repetido, dos veces bueno. Faltaron los truenos y la tormenta, pero abundó el relámpago y la luz en una noche en la que teloneros y banda principal resistieron la tentación de parecer, como todos los gatos, pardos. Metal de primera calidad. Pero, además, esta segunda parte tuvo mejor organización y menores tensiones entre las fuerzas del orden presentes en el acontecimiento (¿de dónde salen tantos vehículos policiales? ¿para qué esos caballos?). Parece como si la autoridad, con el temor que tradicionalmente le ha inspirado la masa, no quisiera darse cuenta de que la civilización es la norma, y no la excepción, entre los presentes.

El propio Mick Jagger lo tiene dicho, aunque no sin cierta nostalgia por las revueltas pasadas: "Nos estamos haciendo respetables". Y algo parecido quiso explicar anoche, con media docena de palabras en castellano, cuando preguntó por los de Barcelona (fuertes aplausos) y se solidarizó con sus problemas. "Problemas, ¿eh? Ahjoh!", concluyó gráficamente el stone, incansable en sus evoluciones por la pasarela, bailando, cantando, lanzando cubos de agua a las primeras filas, que lo agradecieron. Quien no haya visto cien mil manos levantadas al cielo saludando una canción, en medio de una noche genialmente iluminada, no puede comprender a esta juventud. Ni a los Rolling Stones.

Respetabilísimos. Hasta cantan bajo la lluvia y resisten los truenos, cuando otros artistas, menos encumbrados, aprovecharían tales disculpas para desaparecer por donde llegaron. Además, los Rolling se mantienen mozos, ágiles y esbeltos, como bailarines cuarentones que resisten las últimas arrugas recurriendo a los afeites. Dicen que hasta se divierten cuando conectan con el personal y que en Madrid han estado relajados y contentos, trasnochadores y condescendientes con algunas invitaciones de cumpleaños entre el amplio séquito de que se acompañan.

Los beneficios de la gira

Forman su equipo unas doscientas personas, entre músicos, ingenieros de sonido, secretarios, representantes o gente de compañía. Sólo en alojamientos tienen, en su estancia madrileña todos en hoteles de cinco o cuatro estrellas-, una factura de quince millones de pesetas. No demasiadas si se hacen los números de los dos conciertos, por los que han ingresado, por entradas vendidas, unos 240 millones de pesetas. Entre instalación, alquiler del campo de fútbol (veinte millones de pesetas para el Atlético de Madrid), primas de seguros por valor de 150 millones y los sueldos de 120 personas ocupadas en el servicio de orden y otros menesteres, se calcula que el gasto de los dos conciertos ascienden a sesenta millones de pesetas. Como los Rolling Stones se llevan el 90% del total ingresado, deducidos gastos, quiere decirse que los cinco cobrarán por esta gira española unos 160 millones de pesetas, frente a veinte millones que se embolsan los organizadores españoles. Pero estos son inventarios -aproximados- para quienes no han acudido al Vicente Calderón. Los que sí, pasan de cuentas e ignoran si los Rolling vienen o van acompañados de sus bellas mujeres y de sus nuevos Rolls Royce. Como mucho, saben qué ha hecho Mick Jagger o cuál de los otros es aficionado a museos, gusta de las joyas o tiene por afición la música celestial. Los que están abandonando de madrugada, el campo de fútbol del Manzanares, silenciosamente satisfechos, ofrecen datos de experto, los que quieran. Lo demás serán, según ellos, habladurías de carrozas que no han entendido de qué ha ido esta movida.

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