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La guerra de intimidación de los israelíes ha sustituido a la lucha armada contra la OLP en la ocupación de Líbano

ENVIADO ESPECIALLa guerra de intimidación psicológica ha sustituido a la guerra a secas, mando el pasado 25 de junio Israel aceptó, por fin, un alto el fuego, desde entonces, aproximadamente, respetado por ambos bandos. Pero Beirut sigue agonizando igual. La última medida de intimidación israelí, anunciada el domingo por la noche por la radio estatal hebrea, y confirmada ayer por la radio nacional libanesa, es el corte total del suministro de agua y luz al sector occidental de Beirut.

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Horas después de que empezase a ser aplicada esta nueva restricción, el Ejército israelí reanudaba, con más intensidad que de costumbre, su tarea diaria de estrechamiento del cerco de Beirut, bombardeando, primero con morteros y después con artillería pesada, los campamentos palestinos y algunos barrios periféricos al sur de Beirut.A última hora de la tarde, los soldados hebreos estaban a trescientos metros del campamento palestino de Bourj el Bourajneli, el más meridional de los tres grandes campamentos de refugiados de Beirut, más allá de las pistas del aeropuerto internacional.

La decisión israelí de privar a los habitantes de Beirut oeste de las dos horas de agua y cuatro horas de luz de que disponían diariamente, no es más que la culminación de una serie de medidas destinadas a desmoralizar a la población e incitarla a abandonar la ciudad.

Veinticuatro horas antes, el Ejército israelí había prohibido la circulación, entre el sector este de la capital, en manos de la milicia cristiano-derechista, y el oeste de la aglomeración urbana, controlado por los palestinos y sus aliados de la izquierda libanesa.

Su objetivo, abiertamente reconocido, consiste en impedir el abastecimiento alimenticio de Beirut oeste, donde los productos lácteos, la carne y el pan escasean desde antes de que entrase en vigor el bloqueo israelí, porque las neveras que los conservan o el horno en que se fabrican carecen de la necesaria corriente eléctrica. Ahora, las verduras son más dificiles de encontrar, al tiempo que la radio israelí, en árabe, asegura que Beirut no posee víveres para más de una semana, y relata incidentes contraproducentes para la imagen internacional de Israel.

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El embargo afecta a los civiles

El domingo, por ejemplo, la emisora señaló que soldados israelíes incautaron las barras de pan que llevaban dos militares libaneses excepcionalmente autorizados a cruzar el sector occidental de la capital. Lo que la radio no dijo es que el embargo israelí afecta, sobre todo, a los civiles, porque los milicianos palestinos disponen de reservas de víveres para meses y sus grupos electrógenos les permiten, incluso, disfrutar de aire acondicionado en algunas de sus permanencias, lo que los mejores hoteles de Beirut no pueden ofrecer a su reducida clientela desde principios del mes pasado.

Los fedayin parecen, en cambio, estar faltos de gasolina para sus vehículos, a juzgar por los tickets de racionamiento que han repartido.

Pero si el bloqueo no asusta a los palestinos, cuyo líder, Yasir Arafat, afirmaba el sábado al emisario francés, Francis Gutinan, que "sería de poca efectividad", el primer ministro libanés, Chafic Wazzan, está indignado por la medida, hasta el punto de haber interrumpido, desde el domingo, la negociación con el representante norteamericano para Oriente Próximo, Philip Habib, solicitando la intervención del rey Fahd, de Arabia Saudí, y pedido la convocatoria del Consejo de Seguridad de la ONU para condenarlo.

La llamada guerra psicológica empezó con los llamamientos de la radio israelí, en árabe, conminando a los habitantes de Beirut a "que se alejasen de los terroristas" (combatientes palestinos), pasando a Beirut este.

Después, siguieron los lanzamientos por la aviación de octavillas con ultimatos similares a la población, y para aquellos que todavía no se han enterado, militares israelíes apostados con altavoces en edificios altos, cercanos a la línea de demarcación entre los dos sectores de la capital, repiten a diario el mismo refrán.

Por la noche, durante el primer sueño de los habitantes de Beirut, los vuelos rasantes, sobre los tejados de la ciudad, de los aviones israelíes y el lanzamiento de bombas de percusión, cuya única particularidad consiste en hacer mucho ruido y romper cristales, sustituyen a la voz persuasiva que emana de los altavoces o a los bombardeos nocturnos de la artillería de antes del 25 de junio.

¿Quién permanece aún en esta ciudad cercada, en la que casi todos los comercios están cerrados, incluidas las farmacias de guardia, sin teléfono, ni luz, ni agua, hasta en los hospitales, con unas aceras repletas de basura podrida, sin recoger desde un mes, o de escombros de edificios bombardeados, comiendo latas de conservas calentadas con una bombona de gas cuidadosamente escatimado?.

Además de los 6.000 combatientes palestinos y otros tantos izquierdistas libaneses atrincherados en Beirut oeste, una estimación oficiosa libanesa calcula en un 50%, unas 400.000 personas -270.000 libaneses y 150.000 palestinos- los habitantes de la capital que han optado por quedarse, y a los que se han añadido otros 80.000 refugiados palestinos procedentes del sur.

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