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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Sensación fugaz en el escaño

La Cámara Baja lleva varios días, mañanas y tardes, de maratoniana discusión sobre la famosa Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA). Norma importante, sin duda; conclusión a la que uno llega cuando ha tenido la paciencia y la obligación de haber seguido con atención los debates, a veces complicados, que ha suscitado entre los diferentes partidos. No obstante, debo reconocer que, después de escuchar horas y horas las intervenciones, me ha asaltado el temor de que, al final, poco va a armonizar esta compleja disposición cuando afecta al corazón mismo del Estado de las autonomías y encuentra la oposición más rotunda de las fuerzas que gobiernan en Cataluña y en Euskadi, el desmarque de la que lo hace en Galicia y el criterio contrario del PCE.Algo no ha funcionado bien en esta operación, pues lo sensato quizá hubiese sido apurar hasta la última gota la posibilidad de llegar a un entendimiento en la línea de lo que se ha hecho con los estatutos de autonomía, teniendo en cuenta que la situación política no es la misma hoy que cuando se firmaron en julio pasado los pactos autonómicos entre UCD y PSOE.

Porque tengo la impresión, acaso equivocada, de que el ciudadano español no se ha enterado todavía cabalmente en qué consiste la tan debatida LOAPA -aparte de que unos digan que reduce el techo autonómico, y otros, que lo niega-, y sobre todo porque el ambiente que se respira en los pasillos del Congreso y en las calles de nuestras ciudades y pueblos no indica, en mi opinión, que las preocupaciones de la gente se centren precisamente en las cuestiones que suscita la LOAPA.

De entrada, nadie parece saber en estos momentos qué va a suceder con las propias Cortes: si serán disueltas en los próximos meses o, por el contrario, aguantarán dando boqueadas hasta la primavera de 1983. Los mejor enterados auguran que no podrán reabrirse las puertas de la Carrera de San Jerónimo y de la plaza de la Marina Española en septiembre, y que se convocarán elecciones generales anticipadas.

Clarificación interna de UCD

A nadie parece entusiasmarle, salvo, quizá, a Alianza Popular, el adelanto de los comicios; y tanto es así que no es extraño contemplar últimamente cómo la oposición tiene que hacer en ocasiones malabarismos para que el Gabinete Calvo Sotelo no se quede entre las manos como una pavesa al primer envite un poco serio.

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La clave de tanta incógnita parece residir en la necesaria y urgente clarificación interna de UCD, que no acaba de llegar, pero que tendrá que darse, previsiblemente, en las próximas reuniones de sus órganos máximos de dirección, convocados para los primeros días de julio. La importancia del momento en este sentido es evidente. Porque, debajo de las informaciones que aparecen en los periódicos sobre las familias, las cenas y las personalidades de las huestes ucedeas, creo que se está jugando una de las partidas que pueden Regar a ser más trascendentales para el futuro de la democracia española.

Y es, ni más ni menos, el curso que va a tomar en los próximos años la organización política de lo que todavía representa a la mayoría de la burguesía española, la relación de fuerzas que resultará en el seno de ésta entre sus distintos sectores y, por tanto, las formaciones políticas a que va a dar lugar cara al futuro. Ya sé que cuestiones, tan esenciales no se ventilan en una o varias reuniones; pero el asunto es que, probablemente, estamos asistiendo a la conclusión de un largo proceso de decantación d¿ las fuerzas que alumbraron en su día a UCD, y que ahora tienen que encontrar un nuevo equilibrio que las saque del actual marasmo, o estallarán en varios trozos. En mi opinión, las opciones no son muchas, pero, evidentemente, algunas existen. El resultado dependerá, creo yo, como ha ocurrido tantas otras veces en la historia de España, de quién triunfe en el seno de la burguesía: si el sector más progresivo y moderno, abierto a las reformas, o el más conservador y ultramontano.

Traducido a efectos de partido, eso significa que o UCD logra reagruparse de nuevo sobre las bases fundacionales. puestas al día, probablemente soltando lastre por su derecha, presentando un rostro de formación amplia, de centro reformista con vocación mayoritaria, o que una parte sustancial vaya a engrosar el conglomerado que intenta nuclear el líder de Afianza Popular en tomo suyo, y quede un resto para ensayar alguna fórmula bisagra, minoritaria, que ya no sería la UCD que hemos conocido.

Inestabilidad del bipartidismo

Del resultado dependerá igualmente la convocatoria o no de elecciones anticipadas, que se pueda encontrar una combinación pactada que haga aguantar la legislatura hasta 1983 y que, en fin, se siga ahondando el camino del bipartidismo o se restablezca una dinámica más plural y, por tanto, menos conflictiva. Porque en España, a diferencia de otros países de la Europa del norte, el bipartidismo no sería sinónimo de tranquilo turno en el poder, ora la formación conservadora, ora la socialdemócrata. No me cansaré de repetir que un partido socialista que cubriese el conjunto de la izquierda no sería precisamente socialdemócrata, sino que viviría probablemente en la permanente inestabilidad de la lucha entre corrientes, como ya conoció en su historia, y que un partido conservador con Fraga y similares a la cabeza no sería equiparable a los europeos, sino más parecido a lo que fue la CEDA; lo que podría conducir en poco tiempo al enfrentamiento entre dos bloques, aunque apareciesen bajo la forma de dos partidos. Eso sin contar con el riesgo de que lo más probable es que, el partido comunista marginal que quedase no tendría nada de eurocomunista, sino que se, colocaría en una esfera radical y dogmática, lo que aumentaría los factores de distorsión.

La democracia española, por la propia composición social e histórica del país, necesita un partido fuerte de la burguesía moderna y un partido comunista con espacio amplio, que haga de la profundización de la democracia su estrategia, al lado de un PSOE, hoy mayoritario en la izquierda; entre otras razones, quizá la fundamental, porque no será posible la modernización de España -de su aparato productivo, por un lado, y del Estado, por otro- si no se da un pacto o compromiso entre la clase obrera y lo que podríamos llamar la burguesía ilustrada. La cuestión es que a nadie se le regala un espacio político, aunque sea una necesidad histórica.

Los grandes temas pendientes

Mientras tanto, el paisanaje sigue con viva atención los partidos del Mundial-82 y prepara las próximas vacaciones de julio o agosto.

El presidente socialista de la vecina Francia ha venido a Madrid y nos ha dejado la impresión de lo difícil que se nos pone la entrada en el Mercado Común, al tiempo que la señora Thatcher, envalentonada con su victoria colonialista en las Malvinas, se cierra en el contencioso de Gibraltar, y con ella, la verja que separa el Peñón de su entorno natural, llevando la desgracia a miles de españoles y haciendo volar por los aires las cuantiosas inversiones realizadas ante la esperanza de la apertura de la misma.

No obstante, hay que reconocer que sólo hace unos meses la atención de las Cortes parecía que iba a centrarse en tres grandes debates pendientes: uno, sobre la mejora y racionalización de la Seguridad Social; otro, sobre la política económica, ligado al grado de cumplimiento del ANE, es decir, hasta qué punto se está reduciendo o no el paro, y por último, sobre la política internacional. Tengo la sensación de que todo esto ha pasado a mejor vida en el ánimo de nuestros gobernantes; porque, ¿cuándo se va a discutir de estos temas tan decisivos, que son los que interesan a la gente, si no se reabre el Parlamento después del verano?. Las noticias no son tranquilizadoras: al hermetismo del Gobierno sobre estas materias se une la reciente toma de posición de la CEOE, señalando que de Anes, nada, y que para ellos ese tema es agua pasada.

Acerca de los presupuestos generales del Estado para 1983, nadie sabe qué ocurrirá con ellos, a pesar de lo decisivos que.son para cualquier política contra el paro. ¿Será cierto que la intención del Gobierno es prolongar de hecho los actualmente vigentes, con las variaciones de rigor! En las actuales circunstancias de desempleo e inflexión al alza de la inflación, ésa sería una medida que pagaríamos todos. ¿No sería lo más prudente, después de la próxima clarificación de UCD, encontrar una fórmula de compromiso que permita terminar la legislatura con los presupuestos y algunas otras cuestiones arregladas?.

Nicolás Sartorius es diputado del PCE por Madrid y hasta hace unos días fue vicesecretario general y miembro del Comité Central del partido.

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