Compositores valencianos para doce voces jóvenes

El Coro de Cámara de Valencia -doce voces jóvenes- nos ha ofrecido un primoroso concierto, dedicado a compositores valencianos de este siglo. Una primera parte agrupaba composiciones sobre temas de autor; una segunda, sobre temas populares. Lo popular, acicate para la modernidad en tierras de Bartok, parece motivo de mesura en las nuestras, de ahí que la primera parte del concierto haya discurrido con más audacia y libertad.Me permito destacar el Retaule coral, de Garcés, obra ácida y rica, en la tradición de generosidad sin prejuicios de Jean Français, por ejemplo, con una sutil variedad de estilos, desde la homofonía estricta al modelo responsorial.

Las armonías valientes del Salmo, de Baguena Soler, contradicen un tanto su prosodia elemental y pienso que la lengua castellana no favorece la poesía bíblica. El Tagore, de Matilde Salvador, es tierno.

En la segunda parte dominó el tono agradecido: un Chávarri pintoresco, un Blanquer escolástico en el noble sentido, un Olmos canónico, una Oller cercana a los 101 dálmatas, un Blanes con énfasis un poco desplazado, un Pérez Moya que cautiva primero y trivializa luego, y un Palau, por fin, con oficio, con garbo y sin cavilaciones.

El coro juega un papel comprometido -ni masa, ni solos- con una concentración ejemplar. La acústica de la sala, en su necesaria cooperación para la receptividad de la música y la llegada de las distintas voces de los intérpretes corales, pone a prueba a los intérpretes: mucho más si son voces y pocas.

Pues bien: a mi juicio, este pequeño y cuidadoso coro remontó airoso la prueba durante todo este concierto. Acaso la dicción no anduvo a la altura del canto: un motivo más de esmero para proseguir la labor del Coro de Cámara.