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Tribuna:SPLEEN DE MADRID
Tribuna
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La señora de Dalí

Digamos que se ha oscurecido la otra cara de Dalí, la cara peor, la conciencia femenina, rusa, judía y matrimonial que le convirtió en Avida Dollars (como le bautizara para siempre, jugando al anagrama, André Breton).Gala de Port Lligat le ha hecho mucho daño a Dalí durante medio siglo, como Luisa Sofovich se lo hizo a Gómez de la Serna, como Cosima se lo hace a Wagner, la hermana de Nietzsche a Nietzsche y Lou Andreas-Salomé a Freud, Rilke, Tausk y el citado Nietzsche. No va uno a levantarse ahora, naturalmente, con un manifiesto antifeminista, con un tejerazo machista. Leonard Woolf también le hizo mucho daño a Virginia, como marido y viudo. Hay ejemplos, pues, en todos los sentidos. Alfred Douglas y su padre le hicieron mucho daño a Oscar Wilde. No es, lo que nos mueve, una corazonada de prensa del corazón, al costado del figurín supuestamente romántico y perverso de Georges Sand. Willy pudo arruinar la carrera literaria de Colette. Lo peligroso, lo sorprendente, lo apasionante, en conclusión, es que el genio es un apestado a la inversa, que en seguida se contamina de la vulgaridad de los demás, y mayormente si se trata de una vulgaridad inteligente. La Máscara, de Roma, ha traído al Español una obra surrealista, dentro de un ciclo de teatro internacional organizado por José Luis Gómez. Más que de teatro de la crueldad, del erotismo o del subconsciente, Haro Tecglen ha hablado en este matutino, por modo sutil y magistral, de "teatro de la envidia". A mí la cosa me pareció una especie de surrealismo napolitano. Esto es lo que los italianos creen que es el surrealismo. Porque hay que llevar dentro mucho Descartes, mucha Ilustración, mucha Razón, mucha Enciclopedia, mucho racionalismo, para hacer bien el irracionalismo. Es el caso de Breton y toda la nómina francesa. Es el caso de Dalí (excepcional en esto, como Buñuel).

El surrealismo y las vanguardias de los veinte, que son fronterizos por un lado de la Revolución de Octubre (en el Petersburgo prerrevolucionario vivaqueaban los experimentalismos), y por el otro del psicoanálisis, de Freud y Viena, suponen una revolución que va de lo íntimo personal o lo histórico global, pasando por la crítica -paranoica o no- de los grandes surrealistas, Dalí entre los primeros.

Pero entre Mandelstham y Freud, entre Petersburgo y Viena, entre Eluard y Dalí, aparece una mujer fascinante y funesta: Gala. Es la Rusia blanca contra la Rusia revolucionaria, es la aventurera de la cultura, es la pequeñoburguesa parisina, fascinada por el dólar y que ha comprendido que todo el truco de la vida está en venderles a los americanos decadentismo europeo, en hacer de toda Europa una inmensa tienda de antiqués falsificadas o no, y eso que Hubert Fitche llama "el renacimiento del Renacimiento". Los surrealistas, quizá por purgarse de sus connotaciones eróticas, profesaban el culto de la mujer única, del amor único, siquiera a un nivel teórico. Así, Breton y Nadja, Aragón y Elsa Triolet, Dalí y Gala. O, en España, Ramón y la Sofovich. Pero la señora de Dalí nos salió ávida de dólares, mucho más de lo que viera o quisiera ver Breton. Comercializó incluso sus recetas de cocina, no porque eso no sea comercializable, sino porque a nombre de Dalí se podía vender todo. ¿Por qué no hacer comida surrealista? Lo malo no es esto, sino que Gala llevaba años, siglos, obligándole a Dalí a toda clase de guisos pictóricos y políticos. El pintoresco derechismo de Dalí -irónicamente llevado, en todo caso- no es sino una manera de quedar bien con la santa esposa, exiliada de su patria revolucionaria. La pura perversidad del genio, ya digo, se contamina en seguida con la honradez de la vulgaridad o la vulgaridad de la honradez. Comprendo que esto no es una necrológica muy piadosa/ortodoxa, pero es que la virginal madona de Port Lligat era una arpía. Con perdón.

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