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Cadaqués, la tarde en que murió Gala Dalí

Las dos caras blancas que el célebre pintor catalán Salvador Dalí tiene en la cornisa de su casa, en Port-Lligat, parecían llorar a media tarde de ayer, cuando se anunció la muerte de Gala, esposa del pintor. Las barcas se balanceaban en la pequeña bahía, bajo una brisa estival en una playa todavía libre de turistas. Nada indicaba que, a las 2,15 de la tarde, Gala había fallecido, a los ¿93? años de edad, víctima de una rotura de fémur de la que nunca se recuperó.

Tres periodistas del rotativo catalán Punt Diari, de Gerona, hacían guardia frente a la casa de Dalí, con la esperanza de captar unas imágenes del traslado del cuerpo de Gala de Port-Lligat al castillo de Pubol, en el Baix Ampurdá, propiedad del pintor."Gala ha fallecido en Púbol, como hemos dicho en un comunicado de prensa a las agencias", declaró Robert de Charmais, representante artístico de Dalí.

Sin embargo, momentos antes dos personas trajeadas habían confirmado a EL PAIS que Gala falleció en Port-Lligat. Eran dos abogados norteamericanos, aparentemente más preocupados por saber lo que había dicho el presidente Ronald Reagan, a propósito de la guerra en el Líbano, que por facilitar información al periodista en vacaciones.

"No quieren que se sepa que ha muerto en Port-Lligat para evitar problemas de visitas o los del traslado del cadáver a Pubol", sancionaba uno de los colegas de Punt Diari.

Port-Lligat o Pubol, da lo mismo para la historia de la musa rusa de Dalí, fallecida probablemente en el soleado y cálido paraje de Cadaqués. El entierro, éste sí en el mausoleo del castillo de Púbol, tendrá lugar hoy en la más estricta intimidad. Una dramática y dura intimidad que Dalí sólo quiso compartir con los Reyes deEspaña, a quienes comunicó antes que a nadie el fallecimiento de Gala.

De Charmais, acompañado de Antoni Pitxot, el pintor catalán amigo íntimo de Dalí, dijo que "no habrá problemas de testamento porque eran un matrimonio muy unido". Gala, al parecer, contaba con gran parte de la obra de Dalí. Obra que, de existir testamento separado, podría escapar como futura donación al museo Dalí de Fígueras, idea del pintor ampurdanés, que no compartía necesariamente su esposa Gala.

"Sí, res, que la dinyade" (sí, nada, que ha muerto) exclamó un pescador en la playa de Port-Lligat, donde la noticia no conmovió la tranquilidad de la mar. Una barca, pintada de amarillo y negro, con el nombre de "Auxiliar-Gala" se dejaba acariciar por el leve oleaje, mitad en el agua, mitad en las piedrecillas de la playa.

¿Cómo afectará la muerte de Gala a Dalí? "Dalí está bien", zanjó, cortesmente Robert de Charmais antes de subir a su Mercedes y desaparecer por la sinuosa y estrecha carretera. "Le tiembla la mano, pero cuando enchufa, continúa pintando muy bien", apuntó por su parte un vecino de los Dalí.

Al caer la tarde, en Port-Lligat, el leve sol bañaba las dos caras blancas del tejado de la casa de Dalí, orientadas a poniente. Una de ellas tiene el rostro verticalmente rajado. La otra, posiblemente el corazón.

Más información en las páginas 32 y 33

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