Eduardo García Maroto: "En los años cuarenta no autorízaban el cine de humor"
Homenaje de la Filmoteca al cineasta 'más, lastrado por la censura'
Con la proyección de Los cuatro Robinsones, la Filmoteca Española ha rendido homenaje a Eduardo García Maroto, un cineasta insólito. La Semana de Cine de Segovia, celebrada la pasada semana, proyectó también algunos mediometrajes del autor, como reconocimiento a una labor que, interrumpida en 1955, corre el riesgo de ser silenciada: El propio García Maroto así lo cree: "Pertenezco al grupo de directores olvidados. Quise hacer un cine disparatado, de humor, pero no lo autorizaban en los años 40. La ha dado a la gente por decir que nuestro cine era deleznable y no tienen en cuenta las condiciones en que lo hacíamos. Es injusto".
Aunque no rodara tantas películas como sus compañeros de generación, García Maroto se distingue claramente de todos ellos por su peculiar sentido del humor: "Yo no quería", dice, "dedicarme a la comedia sofisticada que se lanzó en los años cuarenta, sino a un cine disparatado, en el que uno pudiera reírse a gusto. Pero no lo autorizaban. Me prohibieron tantos guiones, que creo poder decir que soy el director más lastrado por la censura. No hice cine histórico porque me pareció que siempre se falseaba la realidad. En su lugar, quise hacer películas donde uno pudiera reír se de todo eso".Ya en los años treinta, García Maroto ironizó sobre algunos géneros cinematográficos con la ayuda de Miguel Mihura en los guiones. Más tarde, se permitió una carcajada sobre el gasógeno, sobre el folklore, sobre el cine de indios, que en España empezaba a abundar: "Pero me tuve que retirar", confiesa. "Fue una decisión tan dolorosa como inevitable. Para hacer cine había que halagar a quienes concedían la protección, estar pendientes del criterio de los censores, vivir a expensas de las decisiones de la Administración o del capricho de los productores. En España no ha habido nunca una auténtica industria cinematográfica porque, a diferencia de otros países, nuestros capitalistas han colocado su dinero a renta fija, es decir, sin creer en un negocio que en otros países ha demostrado ser más rentable. Por eso no lo hemos hecho demasiado bien: siempre ha habido que improvisar".
El decano del cine español
El director se considera el decano de la cinematografía española. Su carrera, de hecho, comienza en el cine mudo, especializándose en trabajos técnicos, desde el sonido al montaje, lo que le permitió llegar a la dirección cinematográfica con un conocimiento superior a la media del momento. "De todas formas", continúa diciendo, "el cine se hacía en condiciones penosas, sin medios. Los cuatro Robinsones, que fue, creo, la primera película que se rodó después de la guerra, tuvo, en ese sentido, más dificultades que ninguna otra. La mitad de los electricistas estaban en la cárcel, otros habían huido, los actores tenían una expresión a tono con las circunstancias... Era una comedia disparatada basada en un texto de Muñoz Seca y el público la recibió con entusiasmo; constituyó uno de los mayores éxitos de Cifesa, la marca productora. Luego hice otras películas menos buenas, pero todas se estrenaron. En aquellos años, como no había control de taquilla y las películas se organizaban sólo para conseguir licencias de importación, se rodaron muchos títulos que no necesitaban estrenarse".De todo ello piensa hablar el director en el libro Memorias de un peliculero, que ahora prepara con lentitud ("no sé si alguien lo querrá publicar, pero pienso seguir escribiéndolo").
"La risa es fundamental", declara, aunque ahora, rodeado de recortes de Prensa y de fotos de sus rodajes, tiene una expresióncallada, seria, de hombre que se queja en silencio del olvido de estos años. "Como no quise meterme en la rueda de la producción española, me dediqué a colaborar en los rodajes que los norteamericanos hicieron en España. Me llamaban porque apliqué con ellos la misma honradez que había tenido en mis películas. Antes de trabajar con ellos (Salomón y la reina de Saba, Alejandro, Magno, Pation ... ) quise intentar el cine en cooperativa, pero la fórmula no pudo continuarse: la Administración no ayudaba. Rodé en esas condiciones mis dos últimas películas, Truhanes de honor y Tres eran tres, en la que volvía a reirme de los géneros cinematográficos, fundamentalmente el folklórico, pero fue, ya digo, un camino cortado por la censura. Hubo que esperar a que aparecieran los nuevos directores de los años sesenta para que se pudiera rodar una serie de películas de humor. Nosotros fuimos entonces olvidados".
El director conserva las críticas que recibió su trabajo, los informes del ministerio condenando al anonimato la mayoría de sus proyectos y fotos, muchas fotos por las que recuerda momentos que recogerá en su libro. Una dedicatoria de Pastora Imperio le devuelve el buen humor de sus películas: "Ay Maroto, Maroto, quién te cogiera tras un coto".
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