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La guerra en el Atlántico sur

Reagan lanza una "cruzada por la democracia'

Andrés Ortega

Aunque pidiendo un alto el fuego y la retirada israelí del Líbano, el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, de visita oficial en Londres, reconoció ayer que hay que eliminar "el azote del terrorismo en el Próximo Oriente". En este tema se hizo el sordo.Sobre la otra guerra, la de las Malvinas, Reagan defendió la causa británica en unas palabras pronunciadas en Westminster. Pero el meollo del discurso no fue este, sino el de la cruzada por la democracia que el presidente se ha propuesto lanzar.

Reagan fue ayer el primer presidente norteamericano en pronunciar un discurso en la galería real del Parlamento de Westminster, ante una selección de lores y diputados. Este elegante ambiente de los uniformes y pelucas centenarias no era, sin embargo, el de la histórica sala de Westminster, que los laboristas negaron a Reagan, por motivos políticos. Su líder, Michael Foot, con la corbata torcida, aplaudió sin entusiasmo.Sobre el Líbano, Reagan dijo que los combates debían cesar e Israel retirar sus fuerzas de la zona. "Pero esto no basta. Todo debemos trabajar para eliminar el azote del terrorismo que hace de la guerra una amenaza constante en el Oriente Próximo".

Pero Washington no quiere, por el momento, hacer un juicio de valor o de culpabilidad, explicó posteriormente en una conferencia de Prensa el secretario de Estado, Alexander Haig, reconociendo que si Israel había usado armamento americano en una situación que no sea de defensa propia, el Congreso debería ser informado. Para Haig, el objetivo es eliminar las amenazas de ataques por parte de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP).

El objetivo primordial norteamericano, según Haig, es reforzar el Gobierno central del Líbano, socavando la presencia militar siria, apoyando a las instituciones políticas y aumentando la capacidad militar del Gobierno libanés Haig se mostró a favor de ampliar las fuerzas de las Naciones Unidas presentes en la región.

Sobre las Malvinas, que Reagan no nombró refiriéndose a ellas como "esas lejanas islas en el Atlántico Sur", el presidente defendió a los jóvenes británicos que "no están combatiendo por la propiedad de un terreno..., sino por una causa, porque no puede permitirse que triunfe la idea de la agresión armada, porque el pueblo debe participar en las decisiones del Gobierno en un Estado de derecho". Grandes aplausos. La primera ministra, Margaret Thatcher, encantada. Haig insistió, sin embargo, en la imparcialidad de Washington en la cuestión de la soberanía de las Malvinas, aunque añadió que "hemos apoyado al Reino Unido y seguiremos apoyándole". ¿Pero hasta qué punto? Es una pregunta que aún está en el aire, aunque nadie duda de la importancia de la ayuda logística americana a Londres en esta guerra.

La mayor parte del discurso de Reagan versó sobre su filosofía económica y profundamente anticomunista, lanzando una cruzada por la democracia y ofreciendo al presidente soviético, Leónidas Breznev, aparecer en la televisión americana, si hay reciprocidad. Habló de que "los regímenes plantados por bayonetas no hechan raíces" y de que las elecciones en El Salvador han barrido el interés por la guerrilla. No mencionó otras dictaduras militares y habló maravillas del movimiento sindical polaco. "¿Qué ocurriría si los polacos siguen las recomendaciones de Reagan y se levantan por la democracia?", preguntó un periodista a Haig. "Hay preguntas cuyas respuestas son todas desastrosas", contestó el secretario de Estado.

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Para Thatcher, según Haig, que asistió al almuerzo oficial en el número 10 de Downing Street, este discurso ha "capturado la ofensiva para la libertad que se ha hecho esperar" y ha sido un "triunfo".

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