Carta a Federico
En Vallecas hay una movida/García Lorca, Federico, y por eso te escribo, para decírtelo, o sea que te recuerdan, aquella gente, y lo han llenado todo de murales, de pintadas, de pósters, y al bulevar más hermoso del pueblo le han puesto "Paseo de Federico García Lorca", y ya están pensando en levantar, ahí mismo, un monumento a la generación del 27, se lo dijo un concejal de ucedé, cuando empezaron con el rollo lorquiano, un paseo en Vallecas nos parece poco para Lorca, es decir, la represión por sublimación, y los vallecanos le dijeron: lo hacemos nosotros porque no lo han hecho ustedes, echan Marianita Pineda, en la calle, un colectivo, y viene la señora de Prados Arrarte, que fue cómica en La Barraca, y habla al personal y dice que tú nunca tuviste, Federico (ella se acuerda, no sé si tú te acuerdas) ese gesto adusto que ha salido en la tipografia, en los programas, claro, la cara de amargura que sacan a la gente las imprentas baratas, pero hay de parte a parte unas pancartas que dicen tu memoria, y aquí han estado Alberti, José Hierro, Domenech, hablando de tu teatro, de tus versos, de todo, Dolores, que hacía de churrera el año pasado, me pide que le firme en uno de los programas, y va un titiritero con trompeta, seguido de otro que enloquece bajo un palio, y hay un gigante que se mueve lento, trayendo el atardecer al pueblo de Vallecas, esta gente lo sienten, Federico, se nota que lo sienten, les digo que, en una generación de profesores, de intelectuales, hombres de cátedra y eso, tú eras un olfativo del pueblo, un intuitivo de lo popular, lo mismo los gitanos de tu Granada que los negros de Nueva York que los niños de Vallecas, que han entendido a su manera lo del lagarto y la lagarta con delantalitos blancos, y, en sus dibujos, todos les han puesto delantalito al lagarto y la lagarta, se conoce que nadie les ha explicado la metáfora, o sea que los lagartos tienen la tripa blanca, pero es que los niños no son nada metafóricos, sino encarnizadamente realistas, y les divierte un lagarto con delantal, el caso es que andas por las paredes, que el Colectivo Lorca te ha hecho un mural, y que tu verso, tu prosa, tu teatro, tu cara de vallecano andaluz (cuántos andaluces en Vallecas) se aparece y desaparece en todas las esquinas, alternando con las pintadas políticas, una marcha antiatómica a Torrejón, un caballero español de armadura con un portafolios, llevándose el dinero a Suiza, los parados de la iteté, un silencio de niños bajo mi voz literaria, hasta quieren que les firme tus libros, Federico, ya ves cómo son, me traen mucho aquello que hice yo una vez, Lorca, poeta maldito, en bolsillo, en todas las ediciones, para el autógrafo, y un señor me recuerda que lo de don Julio Rodríguez, aquel ministro del tardofranquismo, estuvo muy mal, cuando la placa que te pusieron en la casa de Fuente Vaqueros, una redacción confusa y como reticente, o lo de Unamuno, que a tu Yerma la llamaba Yermo, porque, efectivamente, quién nos dice que el yermo no era él, el marido, algo así he explicado yo, la sociedad patriarcalista jamás dudó de la hombredad del hombre, pues sólo faltaba, y tomo huevos duros en un bar y los adolescentes hacen el Maleficio de la Mariposa, que en efecto es una cosa para representar por adolescentes, y las muchachas de Vallecas, fuertes, guapas, violentamente morenas, pasean la ciudad sagrada del proletariado y junio se remansa en sus caderas. Pronto te han entendido, Federico, sin populismos y sin popularismos, pronto han cogido lo que tienes de más cogible, la copla, el drama, el cartelón de ciego, la aleluya de España, y se enrollan muchísimo contigo, tenía que decírtelo, hombres en camiseta reproducen a escoba, en el muro de sol, la debilísima caligrafla de tus dibujos.
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