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DECIMOCTAVA CORRIDA DE LA FERIA DE SAN ISIDRO

Índice de quejas y asombros

La fiesta de los toros produce gestos de hermanamiento entre los pueblos ibéricos, como decía antes la literatura oficial. Si no, que alguien explique cómo es posible que un torero portugués, Víctor Méndes, es capaz de engendrar una peña taurina en ¡Villarejo de Salvanés!. Pues ahí estaban, llenos de entusiasmo, exhibiendo en una barrera del cuatro una impolutísima pancarta acreditativa.Para mayor abundamiento, los componentes de esta curiosísima peña habían acudido a la plaza provistos de un racial conejo, con el premeditado objetivo de variar el aburrido esquema de objetos que se arrojan a los matadores en el transcurso de la triunfal vuelta al ruedo. A punto estuvieron los de Villarejo de ver frustrados sus deseos, pues el ídolo portugués, que efectivamente recorrió el anillo, no reparó en la presencia de sus entusiastas hasta que se encontró el conejo en sus mismas fauces; en ese instante, el roedor era más arma arrojadiza que detalle de homenaje.

Tampoco estaba mal la pancarta de una llamada "Peña Taurine Côte Basque", cuya presencia en la plaza, muy de agradecer, se entendía poco, dado que los matadores pertenecían a tan distantes geografías como Sanlúcar de Barrameda, la Soria machadiana (que también estuvo representada en la plaza a través de un mantel de la Casa de Soria, en Madrid),y Vilafranca de Xira. Pero, ya decíamos al principio, la fiesta hermana, y a veces hasta aprima.

Algunos aficionados, pedían ayer que la empresa tomase enérgicas medidas para evitar la molestísima plaga de mosquitos que asola incansablemente espaldas y espinillas. Con benevolencia, tales quejosos no pensaban que el acoso de los dípteros fuese estratagema, como maledicentemente se, atribuía a Camará, para que los asistentes a la corrida agitasen sus pañuelos para alejar la plaga, gesto que automáticamente entendería el presidente como justificativo para la concesión de fáciles trofeos.

Otra queja habitual en los tendidos es el extraño sonido del motor de las avionetas que, machaconamente, aran los cielos de la plaza. Si tal ruido es debido a la escasez de lubricantes y mantenimiento, como muchos sospechan, no sería de extrañar que cualquier día aterrizara uno de estos aparatejos-anuncio, (uno de los cuales anunciaba ayer, ¡válgame Dios!, un cabaret), sobre el morrillo de un murube o sobre la gorra fastuosa del mayoral de la plaza, don Fermín Mondaray Mosulén, que ya es nombre para un señor vestido de corto.

Venimos observando, día tras día, a Fernando Conde, el hombre de las barbas del grupo Martes y Trece, más habitual que Ignacio Aguirre en las corridas de San Isidro. Tal señor no ha conseguido sonreír una sola vez. Esto no va bien.

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