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La tripulación del 'Sheffield' no olvidará su primera experiencia de lo que es la guerra moderna

Andrés Ortega

"Estamos hablando de segundos, no de minutos", declaró ayer en Oxford, a su llegada de la isla de Ascensión, James Sam Salt, capitán del destructor Sheffield, destruido por un misil Exocet, el 4 de mayo, en el Atlántico sur. En esos segundos, el buque se puso al rojo vivo. Cuatro horas y media después, Salt daba la orden de abandonar el navío. Veinte muertos. La tripulación del Sheffield nunca olvidará esta su primera experiencia de la guerra moderna.

Dos aviones Super Etendard se aproximaron al destructor y lanzaron sus misiles Exocet. Sólo uno de ellos hizo blanco. En cubierta, el teniente Briari Leyshon, piloto de helicóptero, vio con sus ojos horrorizados acercarse el misil. "Venía raseando el agua, con pequeños sobresaltos... estaba fascinado mirándolo. Puede parecer estúpido, pero ni siquiera me puse a cubierto".Sam Salt, en el puente de mando, detectó el misil en el radar, pero sólo dispuso de unos segundos para dar una sola orden: "A cubierto". El misil llegó a altísima velocidad, a menos de cuatro metros de la cubierta. "Tres o cuatro segundos después de que lo viéramos, el misil hacía un impacto devastador en el centro del barco. Entró a través de dos amplios cornpartimentos en la sala de operaciones y enseguida hizo explosión".

"Sé que puede resultar increíble", señaló Sam Salt, "pero en menos de quince o veinte segundos toda la parte central del buque estaba llena de humo negro, acre y punzante".

Los incendios se multiplicaron, el fuego se amplió. El sistema de agua para apagarlos había quedado paralizado. Varias partes del buque estaban al rojo -de hecho, blanco- vivo.

Orden de abandonar el barco

El fuego se acercó a una de las recámaras del depósito de misiles. Después de luchar, con la ayuda de dos fragatas y cinco helicópteros, durante cuatro horas y media contra el fuego, Sam Salt daba a la tripulación la orden de abandonar el buque.

A su lado, la fragatá Yarmouth disparaba sus torpedos contra lo que creía ser un submarino argentino.

Durante tres días, el Sheffield siguió quemándose. Al quinto día, cuando estaba siendo remolcado, el destructor, aún caliente, se vino a pique. Veinte muertos. 216 miembros de la tripulación se salvaron, algunos con graves quemaduras. Era el primer buque que el Reino Unido perdía en esta guerra.

Los supervivientes llegaron ayer de la isla de la Ascensión, a la base aerea de Brize Norton, certa de Oxford, donde recibieron una bienvenida de héroes, y al capitán Sam Salt se le saltaban las lágrimas.

Estupefacción británica

Con el mortífero ataque contra el Sheffield, el Reino Unido recibió una bofetada que le mostró la realidad terrible de una guerra. El desastre dejó al país con la boca abierta.

La Prensa conservadora británica reaccionó con un tono digno del Marco Antonio de Shakespeare: "El espíritu de César gritará 'destrucción' y soltará a los perros de la guerra".

Varios diputados conservadores, como Winston Churchill y Alan Clark, pidieron que las fuerzas del Reino Unido bombardeasen las bases aéreas argentinas en el continente para acabar con su superioridad aérea.

Al día siguiente del desastre, el Ministerio de Defensa británico había señalado que, entre muertos, desaparecidos y heridos se contaban 87 hombres.

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