Todos los candidatos colombianos prometen el fin de la violencia política
Las guerrillas colombianas tienen corto futuro sólo con que el presidente que sea elegido el domingo cumpla las promesas de su campaña. Durante seis meses los cuatro candidatos no han cesado de pedir el voto de la paz, porque cada uno dice tener su fórmula para acabar con más de treinta años de violencia política.
El presidente Alfonso López Michelsen, candidato oficial del liberalismo, fue el primero en descubrir el impacto electoral que tenía e tema de la paz. De ahí nació el eslogan que lo convertía en el candidato de la paz, que más tarde se convirtió en otro duramente criticado: la paz es liberal. Sus oponentes le han acusado de convertir una aspiración nacional en objeto de debate partidista. Lo cierto es que el aristocrático líder liberal, a quien le gustan los grandes retos, capaces de hacerle ganar un lugar en la historia, ha obligado a todos a entrar en este terreno.López Michelsen dice que la paz es liberal porque los liberales han defendido siempre el derecho a la disidencia frente a la política de garrote auspiciada por los conservadores. La paz promete arrancar de una amnistía total para los aIzados en armas. Sólo con un gran apoyo político puede lograrse la paz, suele decir. Por eso pide tres millones de votos a sus compatriotas. Indirectamente parece estar sugiriendo que ese respaldo lo permitirá hacer digerir una nueva amnistía a los militares, reacios a medidas de gracia.
Tampoco faltan quienes dicen que López Michelsen ya tuvo su oportunidad para pacificar el país cuando fue presidente (1974-1978), y que entonces terminó recurriendo a la fuerza, igual que los conservadores. A pesar de todo, la oposición del candidato conservador, Belisario Betancourt, es en este capítulo más frágil. Por eso eIude pronunciarse abiertamente acerca de cualquier negociación directa con las guerrillas o una posible amnistía.
Betancourt tiene razón cuando dice que el origen de la resistencia armada es la miseria, el analfabetismo y la falta de oportunidades políticas. En esos campos piensa actuar para segarle la hierba bajo los pies a la guerrilla.
Todo eso puede ser válido a largo plazo, pero hay una violencia concreta, que se cobra víctimas casi diarias, que requiere soluciones urgentes. Cuando se le habla de eso, Betancourt dice que apoya sin reservas a la comisión de paz y que, si gana, volverá a convocarla.
El respaldo más firme a la comisión de paz ha venido de los dos candidatos que no tienen opción de victoria: Luis Carlos Galán, representante del nuevo liberalismo, y Gerardo Molina, postulado por una izquierda que encabeza el partido comunista.
El M-19 ya ha hecho saber que estos son los candidatos con los que podría llegar a un más fácil entendimiento para dejar la lucha armada, aunque no se cierra a conversaciones con López Michelsen y Betancourt, en busca de una paz digna que pide desde hace más de un año. Otra organización guerrillera, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), a la que se considera como la más fuerte desde el punto de vista militar, se ha mostrado dispuesta a entrar en negociaciones. Su proximidad al partido comunista y la defensa que éste hace de la vida democrática pueden jugar a favor de un desarme de las FARC.
Otros tres grupos guerrilleros de ideología marxista (ELP, ELN y ADO) actúan también en el país, aunque su incidencia es bastante marginal.
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