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Tribuna
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Las dificultades británicas para ganar la guerra

Transcurridos más de 45 días desde la ocupación de las islas Malvinas por las fuerzas armadas argentinas, y después de un mes desde que se presentó allí la flota británica en fuerza, ya es posible enjuiciar la situación sin excesivo riesgo de que irrumpa en la escena un dato sorprendente que vuelva las cosas del revés.Es verdad que el secreto militar persiste en ocultar despliegues, preparativos y acciones; sin embargo, el esfuerzo informativo mundial, tanto en el terreno militar como en el diplomático, ha ido perfilando los elementos de la situación con la nitidez suficiente para hacer perceptibles al observador las siluetas de los contendientes.

Enun análisis publicado en este mismo periódico hace aproximadamente dos semanas, se formulaba un pronóstico favorable a Argentina, en base exclusivamente a consideraciones militares y estratégicas. Se incluía también una cautela haciendo referencia al combate de las retaguardias, del que podía resultar un final de signo distinto. Con aquella fórmula cautelar del combate de las retaguardias se hacía referencia al conjunto de acciones diplomáticas, económicas y políticas, campo en el que se, estimaba más poderosa la estable monarquía parlamentaria británica que la grotesca dictadura militar de Buenos Aires.

Escasas posibilidades británicas

Hoy, con nuevos datos sobre las acciones diplomáticas y nuevos indicios sobre los dispositivos militares, hay que insistir en aquel pronóstico favorable a los argentinos y afirmar que las posibilidades de éxito británicas son muy escasas o, dicho de otro modo, que los pastores málvineses que deseen permanecer en su tierra tendrán que acostumbrarse al flamear blanquiazul en la fachada de la casa del gobernador, aparte del empleo de armas nucleares, que, según doctrina vigente, darían al conflicto el carácter de impensable.

No es éste, ciertamente, el pronóstico de mayor circulación, pero tampoco lo es el contrario. Las opiniones publicadas se vienen quedando en el umbral seguro de la mera exposición de hechos, sin entraf en el siempre peligroso terreno del pronóstico; de hecho, puede ocurrir un buen patinazo en cualquiera de las dos direcciones. Pues bien, expuesta someramente la debida reserva, hay que decir que, en términos militares, el final más probable es el que queda dicho y que las Malvinas, probablemente, son ya argentinas.

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Libres de toda sospecha de simpatía hacia los torturadores del Plata, es necesario reconocer que el bloqueo de las islas, principal acción británica por el momento, está siendo burlado, al resguardo de la noche y del mal tiempo, por embarcaciones que están logrando mantener intacto el nivel de provisiones para seis meses de combate acumulado por las fuerzas ocupantes.

Quienes llevan la cuenta de los misfles Exocet argentinos y saben que después de consunÚr dos de ellos en el hundimiento del destructor Sheffield sólo quedan otros cuatro, deben saber también que el reaprovisionamiento de material bélico,mediante operaciones triangulares ya está funcionando, tal vez desde Suiza.

Las fuerzas aéreas desplegadas en aeródromos situados entre Río Gallegos y Tierra de Fuego mantienen casi intacto su potencial inicial, por más que los ingleses hayan destruido algunos aviones con base en las Malvinas, ya que se trataba de pequeños puearas, aviones de hélice de fabricación nacional y diseñados para las acciones interiores contra guerrilleros.

Las fuerzas navales argentinas, pese a la pérdida del General Belgrano, mantienen capacidad suficiente para acosar a la fuerza naval contraria, bajo la amenaza de la aviación embarcada en el 25 de Mayo y sometida a la tensión del zafarrancho de combate permanente por la presencia de los dos únicos submarinos modernos argentinos moviéndose en aquella enorme plataforma continental, relativamente seguros contra la detección sonar.

Las fuerzas terrestres que ocupan el archipiélago en litigio se encuentran en la situación que corresponde a quienes gozaron de la iniciativa suficiente antes de la ocupación y en los días siguientes. El potencial militar allí instalado puede cifrarse en el equivalente a dos divisiones, más los apoyos antiaéreos, que se han hecho notar, según informaciones de Prensa reconocidas por los dos mandos militares.

Conocen su oficio

Estas fuerzas terrestres del Ejército de tierra y de la Armada están encuadradas por oficiales sobre cuya preparación profesional existe constancia en escuelas militares españolas. Son militares de plena dedicación, sometidos a selección rigurosa y estudiosos. Conocen bien su oficio.

Un haber apreciable a favor de las fuerzas terrestres es el tiempo que ya han tenido a su disposición. Los expertos en fortificación dicen que, a los treinta días en situación defensiva, los zapadores tienen que haber convertido las posiciones en "fuertemente organizadas", y aquellos militares se conducen con arreglo a la doctrina, que conocen bien.

Finalmente, la preparación de los combatientes, tanto en instrucción como en equipo de combate, se sabe que es la adecuada para aquel teatro. Sirva de indicación saber que, años atrás, el diseño del vestuario de campaña se realizó en base a las bajas temperaturas y los fuertes vientos, cuestión esta que adquiere en el clima austral, y entrando el invierno, el valor de arma defensiva de primera magnitud.

Por el lado británico, mientras dura la espera impuesta por la diplomacia, la flota, hombres y mw terial sufren la implacable fatiga que impone la mar y la tensión de la alerta, aunque sean ingleses. Las medidas contramisiles se han mostrado insuficientes, a pesar de los radares de óvulo estrecho contra vuelos rasantes. El Invincible llegó a estar a tiro de torpedo de un submarino enemigo, pese a la vigilancia sonar.

La artillería naval no es suficiente para el hostigamiento eficaz contra defensores fuertemente organizados, y la aviación embarcada posee menor autonomía que la contraría, con base en tierra.

En el nivel táctico y de preparación de la fuerza, una flota esen cialmente oceánica se ve en una situación de enfrentamiento contra un dispositivo fuertemente anclado en el continente y en el archipiélago objetivo. Una flota que, ante una tarea anfibia de envergadura, dispone de una infantería de marina apta para el golpe de mano de pequeña entidad. Todo ello producirá, más adelante, sorpresa en Londres.

El invierno se echa encima, y con las temperaturas y vientos propios de aquella región, junto con los demás factores de la situación enunciados, no es fácil concebir una ofensiva a gran escala contra defensores cómodamente instalados.

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