_
_
_
_

La 'cumbre' sobre presupuestos, clave para la unidad comunitaria

Soledad Gallego-Díaz

Los nueve disponen de cinco días escasos para quitar la espoleta a la bomba británica en la Comunidad Económica Europea (CEE). El próximo lunes 24, los ministros de Asuntos Exteriores estudiarán nuevamente el problema de la contribución del Reino Unido al presupuesto de la CEE, pero la situación ya no será la misma: Londres ha perdido la baza del bloqueo de los precios agrícolas, aprobados el pasado martes pese a su veto, y ha visto desaparecer el apoyo unánime de sus amigos europeos en lo concerniente al conflicto de las Malvinas.Si fracasan también las aspiraciones británicas el problema clave, cuánto dinero le tienen que devolver los nueve y durante cuántos años, la Comunidad se puede convertir en un caos. En Bruselas nadie ha bajado la guardia: la relativa moderación del Gobierno de Margaret Thatcher frente a la bofetada del martes es aparente. La partida más importante se desarrolla en otro tapete y todavía queda una mano por jugar.

Más información
La crisis actual cuestiona la presencia del Reino Unido en la CEE, según el presidente Mitterrand

En cualquier caso, los nueve, en su afán por "dar la lección a Londres", han destapado la caja de Pandora, por mucho que la Comisión Europea -órgano ejecutivo de la CEE- y los Gobiernos francés e italiano intenten suavizar lo ocurrido. El pasado martes, los ministros de Agricultura dieron un paso histórico y violaron el compromiso de Luxemburgo: la regla de la unanimidad ya no existe y la construcción de Europa es también, en última instancia, cuestión de votos. Roma y París aseguran que el compromiso se mantiene intacto, puesto que el incremento de los precios agrícolas no afectaba los intereses vitales del Reino Unido. El ministro británico respondió que era una interpretación "cínica, estúpida, insolente y ridícula", y, furia británica aparte, tiene razón. Los intereses vitales de un país los tiene que decidir, lógicamente, el país interesado y nadie más.

La esperanza alemana

En el fondo, los más contentos son los alemanes y la Comisión Europea. La República Federal de Alemania espera que de esta crisis salga la luz. El ministro de Asuntos Exteriores, Hans Dietrich Genscher, había defendido ya en la CEE la conveniencia de rehacer el compromiso de Luxemburgo, convencido como está de la fuerza de su país, que no en balde es quien más paga, al margen de vetos. La Comisión, por su parte, recuperará, teóricamente, una parte de su capacidad de iniciativa. La Comisión, que no su presidente, el luxemburgués Gaston Thorn, a quien los británicos han jurado un odio africano. Thorn y el vicepresidente de la Comisión, el vizconde belga Etienne Davigrion, tienen poco futuro personal en la CEE, dicen los británicos. Cuando expire su mandato y haya que renovarlo, según la tradición, tropezarán con un veto rotundo de Londres, que les acusa de haber jugado contra los intereses británicos y tomado parte sobrepasando las competencias que le atribuye el Tratado, de Roma.

La crisis podría encontrar un momentáneo respiro si los diez se ponen de acuerdo sobre el importe exacto y la duración de la restitución financiera al Reino Unido. Londres aporta el 22% del presupuesto de la CEE y recupera, teóricamente, una ínfima parte. La última propuesta del ministro británico de Asuntos Exteriores, Francis Pyrn, era de 1.135 millones de ECU (unidades de cuenta europeas) a pagar por los nueve en 1982 y el compromiso de seguir discutiendo para encontrar una solución de largo alcance. Sus socios le proponen ochocientos, millones de ECU. Probablemente la posición británica habrá cambiando y exija una solución a largo plazo, puesto que su arma favorita, el bloqueo de los precios agrícolas, ha desaparecido para siempre.

Las alternativas al acuerdo son negras. El Reino Unido no puede retirarse de la CEE porque supondría que la señora Thatcher da la razón a sus oponentes políticos, los laboristas, y admite que el Reino Unido está mejor fuera que dentro del Mercado Común. Pero sí puede practicar la política de la silla vacía, inventada por el general De Gaulle en 1965, precisamente para forzar el compromiso de Luxemburgo, y bloquear todas las actividades de la CEE.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_