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La crisis actual cuestiona la presencia del Reino Unido en la CEE, según el presidente Mitterrand

La más grave crisis de la Comunidad Económica Europea (CEE) en los últimos tres lustros, tal como se la valora en esta capital, plantea la cuestión de la pertenencia del Reino Unido a la Comunidad, según declaró ayer, en Argel, el presidente francés, François Mitterrand. La oposición política al mitterrandismo estima que este último, al aceptar el voto mayoritario en Bruselas, corre un riesgo histórico capaz de "destruir la obra de veinticinco años".

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Durante la escala que efectuó en Argel, camino de Africa, el presidente Mitterrand, con pocas palabras, dimensionó la crisis comunitaria originada, en un principio, por la actitud británica, al oponerse a la aplicación de los precios agrícolas para 1982, y, acto seguido, por la decisión del Consejo de Ministros de Agricultura, anteayer en Bruselas, de sortear ese obstáculo con un voto mayoritario y no unánime, tal como había sido costumbre desde 1966. Mitterrand dijo que el problema que plantea la actitud británica "no es el de mayoría o unanimidad de los votos, sino el del papel que entiende jugar el Reino Unido en la Comunidad". Más explícitamente, el presidente galo añadió que la crisis actual cuestiona Ia presencia del Reino Unido en el Mercado Común y, en todo caso, la naturaliza de esa presencia". Mitterrand recordó que hace tres días, en Londres, a lo largo de su entrevista con la primera ministra británica, Margaret Thatcher, ya había advertido a esta última de la envergadura de las consecuencial que podría acarrear su postura, consistente en ligar la aplicación de los precios agrícolas a la reducción de la contribución británica al presupuesto de la CEE. Parece ser que, al Final del mano a mano Mitterrand-Thatcher, la primera ministra comentó, refiriéndose a su interlocutor: "Es tan intransigente como yo".París se mantiene firme

El Gobierno de París, en efecto, se manifiesta dispuesto a mantenerse Firme: en materia presupuestaria no dará ni un céntimo más de los 80.000 millones de pesetas que te ha ofrecido Bruselas a Londres, y por lo referente al voto que autoriza la aplicación de los precios agrícolas, los responsables de este país estiman que no son ellos los que han traicionado al compromiso de Luxemburgo, sino que es el comportamiento británico quien falsea las reglas comunitarias.

El general Charles de Gaulle, en 1966, abandonó la política denominada de la silla vacía (Francia no asistía a las reuniones de la CEE a causa de la política agrícola) mediante la conclusión del llamado compromiso de Luxemburgo, que desaconsejaba el voto por mayoría cualificada cada vez que un país miembro estimase que se lesionaban sus intereses vitales. Este dato, hoy, hace sonar más estruendosamente la voz de los gaullistas, que acusan al Gobierno de haber provocado "un riesgo histórico para un resultado insuficiente" que, en lo sucesivo, puede resolverse contra Francia, "no sólo en el sector agrícola, sino en el comercial, en el industrial y en el de las políticas sociales".

Pero, al margen de la interpretación del referido compromiso (más que un compromiso jurídico fue un acto político destinado a desbloquear la crisis de aquella época), que, se anota aquí, puede dar lugar a una controversia sin fin, la crisis actual se revela como un calambrazo que confronta brutalmente a la CEE con su futuro, si es que tiene futuro. Tal como lo ha dicho inmediatamente Mitterrand, el Reino Unido tendrá que definirse. Londres, por su parte, provoca una clarificación de las regias del juego comunitarias. La cuestión del voto unánime o del de mayoría cualificada vuelve a despertar un tema fundamental: si se juega a fondo la baza europea, y, en consecuencia, para avanzar hay que reducir al mínimo los votos por unanimidad; o si, a trancas y barrancas, los diez se van arrastrando malamente. Esta última cuestión, en definitiva, replantea el dilema de la Europa supranacional y la de las patrias. La primera de ellas es rechazada ferozmente en este país por los gaullistas y comunistas (estos últimos gobernantes con los socialistas en la actualidad, son adversarios del Mercado Común), y de ahí que los herederos del general vean en el voto de anteayer un precedente grave.

A pesar de que oficialmente no se habla en términos claros, se deja entender que no es posible disociar la crisis de las Malvinas de los problemas europeos y que la ingratitud y la obstinación de la primera ministra británica recuerdan demasiado a las del general De Gaulle cuando éste practicó la política de la silla vacía.

Hasta que no se conozca, este jueves, la reacción británica, en París aún quiere creerse que, una vez más, la CEE superará las graves dificultades presentes. Pero no se excluye una crisis que pudiera ser el principio del fin de la Comunidad o que, por el contrario, sacudiera a esta última de la torpeza en la que vive prácticamente desde principios de la década de los años setenta.

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