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LAS VENTAS: NOVILLADA DE FERIA

Dejar afónico al público

La estrategia empresarial para abortar las protestas del público puede ser de dos maneras, a saber: no darle motivos, o dejarle afónico. Sospechamos que esta segunda opción es la que han decidido los rectores de Las Ventas de cara al maratón de San Isidro.La novillada de lujo que anunciaron como digno prólogo del abono, quedó convertida en un alborotado foro, donde la afición, por individualidades o a coro, proclamaba sus sentencias o exteriorizaba su indignación.

Y todo fue por los novillos, que no se tenían en pie. Eran inútiles para la lidia y a la mayoría se les simuló la suerte de picar, que es, precisamente, la que da la medida de su fortaleza y de su bravura.

Es decir, que estuvo demasiado clara la debilidad de las reses, y demasiado oscura su bravura, de la que no tuvimos suficientes datos. Lo cual ya es un fallo grave. Si de una corrida salimos sin saber cómo han sido los toros, es que no hubo lidia, y si no hubo lidia tuvo que ser porque alguien nos hurtó parte esencial del espectáculo.

Plaza de Las Ventas

9 de mayo.Primera de San Isidro, fuera de abono Curro Durán: estocada (aplausos y saludos). Tres pinchazos y estocada delantera (vuelta protestadísima). Manolo González: pinchazo, estocada atravesada que asoma, rueda de peones y dos descabellos (silencio). Pinchazo y bajonazo (silencio). Pedro Castillo: dos pinchazos y estocada corta perpendicular (división de opiniones). Pinchazo, estocada y dos descabellos (palmas). Novillos de Jandilla, discretos de presencia, muy flojos, todos protestados. Devuelto el segundo y sustituido por otro del mismo hierro.

Hay opiniones contrarias a esta argumentación. Por ejemplo, las de aquellos que prefieren menos toro para que haya más toreo. Queda claro que ese toreo lo circunscriben al de muleta, y estructurado en los dos consabidos pases. Para este tipo de aficionados, el resto del toreo, el que debería hacerse desde que salta a la arena la res hasta que suena el clarín que abre el último tercio, es filfa, o brega, o braga, quién sabe.

Con esta versión del espectáculo el hurto de la lidia permanece impune, pero ni aun así se suele lograr el objetivo esteticista. Tal, ayer. El toreo gustoso, refinado, de arte y ensayo, tampoco se producía.

Los tres debutantes, novilleros que han cosechado trofeos, incluso fama, en la mayor parte de los ruedos, notarían la diferencia que existe entre el público de Madrid y el de por ahí. Las faenas de Curro Durán, pongamos por caso, habrían sido triunfales en otros pagos. Pero aquí sucede que el público calibra. En primer lugar, el toro. Y como no lo había, apenas les dio mérito.

Es un torero que templa mucho y bien, y que liga los pases -todo lo cual es importante, por supuesto- pero que abusa del pico y retrasa la pierna contraria. Ha asimilado perfectamente las teorías de la neotauromaquia inventada por los pegapases (pura degeneración de la tauromaquia clásica) donde la cargazón de la suerte no existe. Hay, por lo tanto, renuncia abierta a un tiempo básico de la técnica del toreo, y de esta forma no se puede torear, por lo menos bien. Visto lo cual Madrid le negó el triunfo. Era lógico.

En otro línea, más ortodoxa está Manolo González, quien posee además detalles de la escuela sevillana, aprendidos o quizá heredados de su padre que fue torero de arte. Tres chicuelinas y media verónica que instrumentó en un quite, le salieron torerísimas. Sin embargo no se acopló con sus novillos, y en el sobrero, corrido en quinto lugar sufrió varios desarmes. Defraudó Manolo González en su debú.

Pedro Castillo recibió con una larga cambiada de rodillas a porta gayola a su primer novillo y con otra en el tercio al que cerró plaza. Se trataba de calentar al público desde el primer momento, lo cual está bien, pero a continuación no fue capaz de mantener la temperatura. Banderilleó vulgar y trasero, y sus faenas de muleta resultaron reiterativas y monótonas. Con más emoción en el sexto, pues se le quedaba peligrosamente corto; con mucho aburrimiento en el tercero, que no planteó problemas.

"¡Vaya futuro!", gritó El Lupas en las postrimerías de la función. Seguramente no le faltan razones para ser pesimista, pero que tenga cuidado, pues la feria es larga, hará falta su voz, y se puede quedar afónico. El grito de la andanada "¡Chopera, muy mal, peor que Berrocal!", lo rechazó parte del público, con alardes guturales. El empresario, pues, aún tiene cierto margen de confianza. Ahora se trata de que corresponda.

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