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Tribuna:LA LIDIA
Tribuna
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El 'toro de Madrid' existe

La mayor parte de los ganaderos y los taurinos afirman que el toro de Madrid -es decir, el que la afición madrileña exige- no existe y que, cuando se da en una ganadería, no sirve para la lidia porque no embiste. La experiencia nos dice que no tienen razón. Existe, y además embiste.A los propios aficionados sevillanos hemos oído decir, durante la pasada feria, que las exigencias del público madrileño acerca del trapío del toro son disparatadas. No es exactamente que esos aficionados hayan visto la fiesta en Madrid, por lo menos con una asiduidad que les permita opinar; sino que les llega la opinión de los ganaderos y de los taurinos a través de los medios de comunicación y de las tertulias, que abundan en la capital hispalense.

Hay campaña, desde hace años, contra la afición madrileña, porque el toro que exige tiene trapío, es fuerte, exhibe casta. Es falso que en Las Ventas sólo se admita la res gigantesca, de mucho peso, como propalan los taurinos. Toros de disparatado peso en la tablilla han sido rechazados por el público, y otros, que dieron el límite reglamentario en la báscula, fueron admitidos e incluso aplaudidos. El peso no le importa a la afición. Recuérdese el caso del Capitán. Este ejemplar de Hernández Pla era chico, pero como tenía trapío nadie lo protestó. Por añadidura, la viveza de su encastada embestida produjo la emoción que siempre debe tener el toro, lo cual satisfizo al público.

Insisten los taurinos en que el toro bueno, el que se debería lidiar siempre, es el que habitualmente sale en Sevilla. Se les ve el plumero, porque ese torillo no inquietaría a sus pupilos, por lo menos en teoría. La realidad del llamado toro de Sevilla, lo hemos visto en las últimas ferias, es que se trata de un animalucho enclenque, sin fuerza para tenerse en pie y descastado, a pesar de lo cual nunca lo protestan. Por excepción, este año saltaron al albero de La Maestranza reses muy serias en las corridas de Miura, Pablo Romero, Guardiola y Bohórquez (que dieron juego, en contra de la teoría de que el toro de respeto no embiste), pero en Las Ventas habrían sido admitidas también, e incluso con gran complacencia. No eran el toro de Sevilla, sino el toro de Madrid.

La feria de San Isidro se aproxima y el taurinismo, del que forman parte los ganaderos, ya empieza a curarse en salud con el tópico del toro para Madrid que no existe. Vendrán las caídas de las reses y saldrán a relucir, una vez más, los argumentos justificativos de siempre, como el exceso de kilos, la consanguinidad, la misteriosa enfermedad que debe de padecer la ganadería de bravo; o que el ruedo está duro, que está blando, que llovió mucho, que llovió poco, etcétera. Todos los años lo mismo, cuando lo razonable habría sido contratar otras ganaderías en lugar de muchas que figuran en el abono y cuyos antecedentes respecto a casta y fortaleza son deplorables. Pero el público también se cura en salud, y desde el primer día va a acudir al coso con la severidad precisa para que no le tomen el pelo.

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