Pura María Martínez, una voz para la canción española

El ambiente musical que, en diversas épocas, tuvo el Ateneo madrileño se perdió hace años y, por los signos, no se recupera. Sólo así se comprende la escasa asistencia de público a un ciclo de tan alto interés como el que viene desarrollando la Asociación de Compositores Sinfánicos Españoles sobre La voz en la música española del siglo XX.El octavo concierto de la serie correspondió a una serie de cultivadores de la canción de cámara, tan significativos como influyentes, desde Conrado del Campo (1879) hasta Gustavo Pittaluga (1906). Entre éstos figuraron en programa Jesús Guridi, Julio Gómez y Oscar Esplá (los tres de 1886), Roberto Gerhard (1896), Salvador Bacarisse (1898), Julián Bautista (1901), Antonio José (1902), Jesús Leoz (1904) y Ernesto Halffter (1905), el único superviviente de los interpretados.

Espléndidas versiones fueron las de Pura María Martínez, una soprano que desearíamos escuchar con más frecuencia, pues posee cualidades admirables: una voz de hermoso timbre, una afinación perfecta, una sensibilidad depuradal- un arte en el que se conjuntan sus formaciones de cantante y actriz de virtudes innatas.

El desfile de autores diversos, textos de variado carácter y procedencia y estilos bien diferenciados, todos ellos dentro de las tradiciones tonales y de la fe en los valores melódicos, supuso buena prueba para Pura María Martínez, así como para su colaborador el pianista Rogelio Gavilanes.

La emoción de Bacarisse en una de sus miradas hacia los modos pretéritos, Por amor e loores de una señora, de Alvarez Villasandino; el refinamiento conceptual de Oscar Esplá al tratar un poema de Curros Enríquez (O mayo); la nobleza y naturalidad armónica de Guridi en sus melodías sobre tenias populares castellanos; el elocuente enaltecimiento que otorgó Conrado del Campo a los limpios versos castellanos de Enrique de Mesa, en Ayer noche vino el lobo; la gracia antillanista de Gustavo Pitaluga, en un Pregón, de su zarzuela radiofónica El loro, con libro de Manuel Abril; el brillante popularismo del burgalés Antonio José; la sumaria y hermosa belleza de La corza blanca, sobre Rafael Alberti, de Ernesto Halffter; el refinamiento impresionista de Julián Bautista en las tres canciones francesas sobre La flauta de jade; las coloristas alusiones a Valencia y Vizcaya de Roberto Gerhard; la efusividad lírica de Julio Gómez en dos canciones del ciclo basado en Juana de Ibarburu y, en fin, el Romance (Paredes) y el Tríptico, de García Lorca, compuestos por Jesús Leoz, fueron una apretada antología de tres décadas de lírica española.