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LAS VENTAS

Ya gusta el toreo pueblerino

Escaso aliciente y mínimos atractivos presentaba el cartel que Chopera ofreció ayer a los aficionados. Porque sacar a tres toreros de nulo cartel, por mucho itinerante golpe de calcetín que se marcaran desde Valencia a Madrid en busca de la manoseada oportunidad, no habría por qué soportarlos a los tres juntos en el mismo cartel. Con haberlos alternados con otros matadores de más fuste y campanillas, en tardes sucesivas, hubiera cumplido y ellos y nosotros, tan contentos.Para atraerse al público, se le ocurrió la golosina de ofrecer un trofeo y un cheque de cien mil pesetas al banderillero que colocara el mejor par de banderillas. Y con este aliciente, logró animar a ratos el cotarro. El público ovacionó buenos pares, otros espectaculares y algunos regulares. Y para colmo, el fallo del jurado fue totalmente injusto y se protestó por parte del publico. El trofeo lo obtuvo el banderillero Manolo Ortiz, cuando a nuestro juicio y al de muchos espectadores había tenido más mérito la actuación de Orteguita.

Plaza de Las Ventas

25 de abril.Cinco toros de Puerto de San Lorenzo, bien presentados pero blandos de remos. A excepción del sexto cumplieron con los caballos y dieron juego con la muleta y un sobrero de Moreno Pidal lidiado en tercer lugar que resultó bueno. Manolo Sals, palmas y silencio. El Melenas, que confirmaba la alternativa, aplausos. Petición y dos vueltas. Paco Gázquez, silencio.

Por lo que se refiere a los espadas, la clientela se volcó con El Melenas, torero espectacular, histriónico, aspaventero y con hechuras de triunfador de plazas pueblerinas. La plaza de Las Ventas, que en otros tiempos rechazaba este tipo de toreo, parecía un manicomio cuando este andaluz, criado en Valencia, daba espaldinas, muletazos por alto en cadena, carreras pedrestres para el cite y ofertas de su pecho abriéndose ostentosamente la chaquetilla. El número culminó con una teatral postura en el centro del ruedo para coger un puñado de arena y dejarlo, tal vez para indicar el agradecimiento por aquellas exageradas ovaciones del público.

Muestra de desentrenamiento e ignorancia

Los otros espadas mostraron su desentrenamiento y su ignorancia. La corrida les vino demasiado grande, especialmente a Paco Gázquez, que pasaba de novillero a matador de toros en plaza de tanta responsabilidad como la de Madrid. Anduvo a merced de sus dos toros y no consiguió en ningún momento hacerse con ellos. El público apreció rápidamente la inexperiencia del matador.

Manolo Sales parece tener más oficio y experiencia que sus compañeros, aunque no tiene ningún sentido artístico de lo que debe ser el toreo. Intentó pasar de muleta a sus enemigos con la mano a media altura para evitar las caídas pero no consiguió llegar a los espectadores.

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