75 años de la Junta de Ampliación de Estudios
Una limitada iniciativa de gobierno, impulsada por personas experimentadas y con notable capacidad de gestión, corno era el secretario José Castillejo, iba a cambiar por completo el panorama yermo de la ciencia española.La junta consiguió, en cerca de treinta años, que casi 2.000 graduados universitarios pudieran formarse en el extranjero, en los centros más calificados, y recibir las primeras ayudas para trabajos de investigación. No son cifras llamativas con criterios de hoy, cuando no es posible dudar del apoyo público a las actividades de investigación y desarrollo, pero fueron revolucionarias en su tiempo.
La importancia histórica de la Junta de Ampliación de Estudios radica en el carácter de ruptura con la realidad anterior. El acierto de conceder prioridad a aspectos determinantes del éxito de cualquier política científica. En primer lugar, la necesidad de una organización particular para la ciencia, de una gestión propia adaptada a los imperativos de continuidad, perspectiva a largo plazo, espíritu crítico y apertura al exterior. En segundo lugar, concebir desde el principio la formación de las personas como el instrumento principal para el despegue científico de la soc;edad. Apreciación que los hechos se encargaron de confirmar.
Aprovechar "vocaciones"
La Junta fue, ante todo, un sistema muy eficaz para despertar y aprovechar vocaciones científicas Algo que hoy se olvida fácilmente Enfrascados en polémicas corporativas y de estructura, no se advierte que la progresión de los conocimientos hacia la mayor utilidad social depende de la correcta vinculación entre universidad e investigación. Una sociedad se mide por su capacidad para despertar jóvenes dedicaciones científicas, años de trabajo sosegado y profundo, que serán el fundamento del patrimonio científico de toda la comunidad.
El hilo conductor de las realizaciones de la Junta era abrirse a los países más adelantados, asimilar su potencial superior y basar así la capacidad interior para crear ciencia. Durante más de un cuarto de siglo, los pensionados de la Junta fueron promotores y directores de nuevos centros de investigación, llegando a formar escuelas científicas de arraigo duradero. Estas ideas conservan plena actualidad, aunque los medios para su aplicación hayan de ser ahora mucho más complejos y sistemáticos.
Relieve cultural
La Junta tuvo entre sus miembros, además de Cajal como presidente, a algunas de las personas de mayor relieve cultural y científico de la época. La integración de personas de todas las corrientes ideológicas, Costa, Azcárate, Menéndez y Pelayo, etcétera, y el espíritu de tolerancia hicieron posible la permanencia de las líneas de trabajo fundamentales en años de grandes cambios políticos.
En nuestros días, la ciencia y la tecnología requieren grandes inversiones, han pasado a ser una, fuerza productiva directa en el funcionamiento de la economía. Las opciones en política científica y tecnológica van unidas al modelo económico y social que se establezca de forma democrática. Pero existe, creo yo, un campo necesario de consenso en el área de la investigación básica que exige continuidad durante largos períodos. El ejemplo de otros países europeos así lo demuestra, incluso en grandes proyectos cooperativos de ámbito internacional, mantenidos por Gobiernos de perfiles muy diferentes.
Un apunte final. Los fundadores de la Junta, y así lo expresa el texto del real decreto de constitución, no se olvidaron de hacer el diagnóstico de la situación de partida y establecieron lúcidamente las razones comunes para el atraso científico y la decadencia cultural, especialmente, el aislamiento de la nación. Señalaron la importancia (negativa) de los paréntesis históricos entre los períodos de mayor impulso científico. De esa apreciación arrancaba el objetivo de esperanza y renovación. Ahora toca reconocer las herencias indudables del último paréntesis histórico. El espíritu insolidario, el atrincheramiento corporativo, la incomunicación entre el mundo científico y la sociedad son legados del pasado reciente, cuya superación es la condición del progreso futuro.
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