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El plan de paz argentino sobre las Malvinas, a debate

El ministro británico de Exteriores viaja mañana a Washington para negociar contrapropuestas a la oferta de Buenos Aires

Andrés Ortega

En la diplomacia, no aceptar es algo muy diferente de rechazar. El plan argentino para solucionar la crisis de las Malvinas, declaró la primera ministra Margaret Thatcher ayer en el Parlamento, "no cumple en algunos aspectos importantes los objetivos británicos..., lo consideramos como un estadio en el proceso negociador". Para presentar las contrapropuestas británicas al mediador estadounidense, Alexander Haig, el titular del Foreign Office, Francis Pym, viajará mañana a Washington. El escollo principal sigue siendo el derecho fundamental de los habitantes del archipiélago a decidir su propio futuro.

El plan argentino, no confamado oficialmente, consistiría en lo siguiente: retirada de las tropas argentinas de las Malvinas, que invadieron el 2 de abril; regreso del destacamento naval británico a sus bases y desmilitarización de una zona de cuatrocientas millas alrededor de las islas; formación de una administración anglo-argentina, con una policía dual, y referencia de la cuestión de la soberanía al marco de las Naciones Unidas. Estados Unidos garantizaría todo el proceso.La hábil propuesta argentina ha puesto a los británicos en un aprieto. La administración compartida haría flotar la bandera argentina sobre las Malvinas, unida tan sólo a la británica. La policía dual resultaría ridícula para los británicos, pues antes de la invasión sólo había dos policías en las islas.

Pero, en cualquier caso, la referencia a la retirada de las tropas argentinas cumple con la resolución 502 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en que tanto se apoyan los británicos, y que en su punto segundo pedía la inmediata "retirada de las fuerzas argentinas", no del personal civil.

En la noche del lunes, fuentes oficiosas describieron el plan argentino como inaceptable. Posteriormente, una declaración del Gobierno matizó la situación señalando que las propuestas "eran complejas y difíciles y a primera vista no cumplen los requisitos expresados por el Parlamento".

Autodeterminación, la clave

El punto más conflictivo es el de la autodeterminación de los habitantes de las Malvinas, que Margaret Thatcher considera fundamental. El referir la soberanía al marco de las Naciones Unidas es diricil de rechazar de cara a la opinión internacional, pero en 1965 la ONU pidió una solución diplomática para las islas que respetara los intereses de sus habitantes, no que acatara sus deseos.

De ahí que el líder liberal David Steel preguntara ayer si estos deseos libremente expresados eran tan fundamentales, o si era la Cámara de los Comunes la que tenía que decidir sobre el futuro a largo plazo de las disputadas islas.

Si a esto se suman las llamadas de los laboristas a una función mediadora de las Naciones Unidas, se puede observar que la unidad parlamentaria comenza a resquebrajarse. Desde que en la noche del lunes llegaron oficialmente a Londres las propuestas argentinas, Margaret Thatcher ha mantenido diversas reuniones con algunos de sus ministros clave, en las que, significativamente, ha participado el presidente del Partido Conservador, Cecil Parkinson.

El Gobierno británico sabe que para sobrevivir y para decidir tendrá que contar con la opinión de su partido. Y en estos momentos, éste puede ser el meollo de la cuestión. Ayer tarde, tras el regreso a Londres procedente de Bruselas de Francis Pyrn, titular del Foreign Office, se reunió el Consejo de Ministros en pleno para estudiar el plan argentino y las "nuevas ideas británicas" mencionadas por Thatcher en el Parlamento, que el jefe de la diplomacia británica se llevará mañana a Washington.

El teniente Keith Mills, al mando de los veintidós marines que el 3 de abril resistieron al invasor argentino en Georgia del Sur, comentó ayer, a su regreso al Reino Unido, que su destacamento había matado a diez o quince soldados argentinos y herido a veinte más.

También aseguró que habían causado grandes destrozos a una corbeta y abatido un helicóptero. Ante la superioridad argentina, de "dos buques, tres helicópteros y cientos de soldados", Mills decidió rendirse tras dos horas de "fiera resistencia". Sólo uno de los marines británicos resultó herido.

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