José Luis Fajardo: "Mi trayectoria pictórica va del barroquismo a la sencillez"
El artista canario presenta sus últimas creaciones
Ayer tarde se inauguró, en la madrileña galería Juana Mordó, una muestra plástica de las obras más recientes de José Luis Fajardo (Tenerife, 1941). Es una exposición en la que el pintor refleja esa obsesión que le es tan propia desde hace mucho tiempo: "Huir del barroquismo, buscar la expresión mínima y correr el riesgo de volverme a quedar en blanco". Pero dentro de blancura tal, laten más de veinte años de cargas y descargas en pos de una sencillez que, más que meta imperativa, tiene todas las apariencias de un fértil espejismo. Fajardo reflexiona sobre esa ilusión de pintar la nada.
Desde que era un chaval, José Luis Fajardo ha convivido con la pintura. Su abuelo, artista plástico, se convirtió en su mejor maestro: "Yo frecuentaba el taller del viejo, donde aprendí toda la parte formal, el dibujo riguroso, los cimientos, la estructura clásica". Pero luego se emancipa de esa enseñanza familíar: "En plena adolescencia, deseoso de trazarme un camino personal, quise correr por libre mis propias aventuras pictóricas. Fruto de tal deseo fue mi primera exposición, realizada en Tenerife allá por el año 1962". En cierto modo, su primer rnatrimonio mental expuesto a la mirada ajena: "Fue el resultado de un gran follón interno, de asimilación de influencias y de búsqueda de un lenguaje". Por fortuna, no se agotaron allí sus dudas.Y Fajardo traslada hasta Madrid su zozobra: "Entro en una especie de exilio cultural. Cuando regreso a Canarias, en 1967, paso una temporada de ocio reflexivo. Luego comienzo a trabajar con el metal". Un trabajo que dura once años y que el artista resume así: "Siempre anhelé distanciarme de lo barroco y desembocar en la sencillez". El período metál.ico se rompe bruscamente: "Sí, de la noche a la mañana. Pasé cuatro años dibujando; y ya llevo otros cinco pintando de nuevo. Por supuesto, he integrado muchos elementos de mi aventura con el metal al terreno de la pintura, sobre todo en lo que se refiere al mundo de los espacios".
Cuando ahora expone, próximo a lo que presentó en París, dentro de la FIAC-81, insiste en el proceso de siempre: "Aprehender lo mínimo, aunque ya no sé ni lo que va a pasar, aunque me quede en blanco otra vez". No rechaza paternidades ni contactos, pero sitúa su labor en soledad: "Si exíste alguna moda, yo no estoy en ninguna. Ahora bíen, el momento actual está tan impregnado de eclecticismo, que resulta muy cómodo no plantearse la necesidad de estar no estar en consonancia con alguna corriente. Antes era más difícil, existía una presión coyuntural en favor de pertenecer a alguna tendencia".
'Salir como los toros y correr'
La variedad de propuestas no le parece síntoma de confusión: "El hecho de que ahora mismo expongamos pintores tan diferentes entre sí comó Viola, Fraile y yo, me parece muy positivo. Hace sólo tres años predomínaba el fenómeno de colonización de la imagen; la mayor información y el deslumbramiento juvenil imponían de manera casi exclusiva el eco de lo americano. Las cosas han ido decantándose". No hay reproche en, la evocación: "Creo que el deberde la pintura joven española era, hacer lo que hizo: salir como los toros y correr".Libre de militancia en corrientes estéticas definidas, acaso la obra de Fajardo se inscriba en lo que suele denominarse lisa y llanamente arte canario: "Al igual que le puede pasar a un señor de Murcia, yo tengo mis lógicas raíces culturales. Y esas raíces engendran recuerdos precisos. Pero ahí se queda todo. Porque yo no creo que exista una pintura canaria. Y, si existe, la mía, desde luego, no lo es. No persigo coartadas emocionales, seguramente válidas en la intimidad de una vivencia, para adherir a la blancura de unas imágenes sin fronteras".
Hay insistencia en el asunto: "Me contaba Leopoldo Castedo que él había realizado un estudio sobre los pintores subtropicales, entre los que encontraba exuberancia de color o fervor por el blanco. Yo también puedo estar condicionado por esa condición subtropical, pero no en mayor medida que un cubano".
El pintor José Luis Fajardo parte de una borrachera colorista, para luego ocultarla, para dejar tan sólo algunas manchas sobre una superficie intensamente blanca.
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