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Del cante a la canción

El paso del caiite a la canción no siempre es fácil ni, por supuesto, se halla desprovisto de escándalo. Sin salirse del flamenco, raro es el giro heterodoxo que logra la aceptación por los puristas. Pero interpretar canciones, aunque la sombra de Manolo Caracol surja al fondo con su pañuelo, la mano en el bolsillo y La niña de fuego en la boca, suena a pura traición. Chiquetete, que ya había nadado brevemetite en estas aguas más comerciales (Tú y yo), se zambulle ahora hasta el fondo con la obra discográfica titulada Aprende a soñar (Zafiro ZL-547), su quinto elepé grabado. Y no siente bochorno alguno por el cambio, dado que conoce el resentimiento amargo en el que suelen acabar muchos cantaores, conocedores de la gloria al mismo tiempo que la miseria.Su primer recital como cantante desemboca en la reflexión: "Sé que ha habido vacilaciones, debido a que no pudimos ensayar. Por otra parte, tengo que ir buscando la forma más adecuada de actuar, aunque espero que nunca me dé por el exceso ni por el truco barato. Eso va brotando lentamente.

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Al principio de cantar flamenco, género en el que ahora se me ve tan suelto, yo agachaba la cabeza y no sabía qué hacer".

Sabe que no podrá abandonar el cante: "Alternaré ambos géneros". Reconoce a sus maestros: "Para aprender a cantar flamenco hay que escuchar a Antonio Mairena y a Pastora Pavón. Con esto te sobra". Y retiene tres nombres del ahora: "Camarón, Juanito Villar y Rancapino". No le asusta el sello tan personal de las melodías de Cepero, tan aireado por Lolita, El Fary, María Jiménez y, últimamente, por Lucía: "Eso es lo bueno, que todo el mundo reconozca en seguida de quién es, que se distinga el estilo. Lo mismo pasa con los temas de Manuel Alejandro, Calderón o Algueró". Si surge el nombre de Manzanita aclara: "No es un gran cantaor, pero sí un músico como una catedral. Y lo que hace le sale redondo".

Chiquetete, que no tuvo padre, deposita en su madre todos los amores. Entre sus familiares, la música es un vicio extendido. Recuerda que he vivido mucho en los tablaos, que en 1975 ganaba un primer premio en un importante festival flamenco y que en el presente, nada más aparecer Aprender a soñar, ya ha firmado treinta galas.

Se considera una persona supersensible y tímida: "Pero a la gente le cae bien esa timidez. Debe notarse que no es fingida". Espera que en el mundo de la canción se le conceda un sitio: "Yo tampoco vengo a conierme el mundo. Ni quiero ser el número uno ni el último del pelotón. Me conformo con estar ahí". Cree en el colorido especial de la canción gitana: "No te digo que sea mejor o peor que la de un payo. Pero, vamos, se nota que hay un algo muy particular".

Por último, le gustan todos los compañeros: "Puede parecer coba a granel, pero lo cierto es que cada cual tiene alguna cosilla que yo sería incapaz de hacer".

El quisiera ser capaz de volar rumbo a Venezuela, donde su último disco se va a editar: "Pero no sé... Me da un miedo muy grande el avión".

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