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El escultor Martín Chirino expone en una galería de Nueva York su obra más reciente

Un grupo de piezas recientes del escultor Martín Chirino se exhiben desde el pasado 13 de marzo al próximo sábado, 10 de abril, en la galería Grace Borgenicht, de Nueva York. La presencia dela obra del escultor canario en esta ciudad data de los años sesenta, y su obra ocupa un espacio ya propio y original entre las colecciones y los museos de Estados Unidos, aparte de las que se exponen en Europa.

Chirino es uno de los más importantes escultores españoles. En 1980 obtuvo el premio nacional de Escultura, y así se ratificó en su propio país el prestigio que ha alcanzado a nivel Internacional.Chirino tiene el don de la insistencia y fidelidad creadora en ciertos temas -como Borges en su literatura-. Las piezas aquí presentadas hacen parte de las series de Aeróvoros, Paisajes, El viento y Penetracán, iniciadas ya en diferentes épocas por el escultor y que se pueden entender como variaciones, voliciones o series sobre temas, cuyo conjunto viene a formar la gran sinfonía del discurso escultórico total de Martín Chirino.

El rigor que caracteriza la obra toda de Chirino es lo primero que al espectador impresiona. Una vez situados frente a las obras en sí, la mirada aprehende de un golpe varías tensiones que se dan cita en estas obras y que quiero tratar de exponer brevemente.

Una doble evocación emerge, según los críticos, cuando se ve la obra de Chirino: una primera evocación centrífuga hacia lo abolido culturalmente de las islas Canarias -pero que no hay por qué reducir al ámbito geográfico de aquéllas: su obra alude a lo originario de toda nuestra cultura y, por tanto, tiene funciones críticas más universales-, y una segunda in-vocación centrípeta, hacia la materia en sí (el hierro forjado, la madera modelada como pedestal significante y no puro soporte de la obra, sino obra en sí), pero no la materia como mera presentación decorativa del objeto escultórico, sino como elemento que traslada una reflexión sobre la vida interior propia.

La síntesis de estas dos tensiones es una obra donde lo mítico de las tinieblas de la prehistoria, y lo luminoso de un estilo personal y moderno, se dan la mano en esculturas ciertamente llamadas a situarse en la historia del arte futuro.

El lugar de encuentro para el espectador es lo visible del objeto escultórico presentado, en sus funciones especulares de lo oculto, de un transfondo de contemplación múltiple: contemplación de una tradición cultural remota y cercana, contemplación de la materia en su rumor originario y perdido para el oído moderno, y actualización por medio del acto creador que Martín Chirino ejecuta.

Estas tensiones tienen su expresión última en una depuración geométrica formal que confieren un profundo y contenido orden al discurso escultórico de Chirino, quien se levanta por encima de cualquier tendencia o estilo -no por desconocimiento, sino por asimilación y visión crítica sobre cualquier tendencia actual de la escultura- con un lenguaje personal y reconocible, ya como proceso que se está haciendo de su habla escultórica personal, ya como acercamiento inteligente y riguroso al oficio y arte de la escultura.

De nuevo esta exposición en la Grace Borgenich viene a confirmar la doble lección de Martín Chirino como pensador y artista que se expresa a través de la escultura, que frente a nuestra tendencia española a la improvisacíón artística o al mimetismo, y al pensamiento entendido como chisme, no podemos sino felicitar al artista y quedarle agradecidos.

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