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Concedida la Medalla de Oro de Madrid a Moreno Torroba en el cincuentenario del estreno de 'Luisa Fernanda'

El Ayuntamiento de Madrid concedió ayer la Medalla de Oro de la ciudad, máxima distinción municipal, al maestro Federico Moreno Torroba. También otorgó los títulos de hijos predilecto y adoptivo de la Villa, respectivamente, a Julio Caro Baroja, antropólogo y escritor y a Camilo Jose Cela, también escritor. Al primero de ellos 91 años le llega la condecoración justo el día en que se cumple el cincuentenario del estreno de una de sus mejores obras, Luisa Fernanda, en el teatro Calderón de Madrid, el 26 de marzo de 1932. Caro Baroja se preparaba para viajar a Barcelona en el momento en que los concejales votaban el acuerdo y Cela estaba en su piso madrileño trabajando en su próximo libro.

Al músico Federico Moreno Torroba el doble acontecimiento le cogió en su despacho de presiden te de la Sociedad General de Autores de España, en la calle de Pelayo. El trajín de estos días le dio tiempo apenas de recordar fugazmente a Selica Pérez Carpio Laura Nieto, Faustino Arregui y Emilio Sagi-Barba, los actores que hicieron posible el estreno de Luisa Fernanda. La noche fue triunfa para todos, pero especialmente para el maestro.Quizá se levante el maestro hoy, sábado, con la voz un poco carrasposa y tina leve resaca "por que esto hay que celebrarlo y voy a tomar unas copitas de champaña" Por lo menos cinco de sus obras son casi tan madrileñas como este músico que nació en la calle de Montera, 3, -"de niño, mi madre me asustaba con la bola del reloj de Gobernación, que sonaba implacable cada hora"-: Luisa Fernanda, Maravillas, La chulapona, María Manuela y La mesonera de Tordesillas.

Este frustado militar -aunque llegó a "teniente de cuota" en 1912- aprendió el catón en el colegio del Angel, estudió con los agustinos en El Escorial, vivió en las calles de Santa Engracia -en tres pisos distintos, "porque mí madre tenía mudancitis"- Fuencarral, Goya y Lagasca, se casó en San Pascual, compadreó más que estudió, según el dice, en la entonces Universideid Central, trasnochó en las tertulias de los cafés Oriental, Alhambra y Levante hasta que su vocación se centró en la Zarzuela: El año 26 se aplaudía por primera vez La mesonera de Tordesillas, aunque el éxito definitivo no le llegaría hasta Monte Carmelo.

Con una lucidez extraordinaria, su cita casi diaria al despacho de la calle Pelayo, sus cortos pase¡tos, encorvado, el abrigo y la bufanda en primavera, "para mantener un poco la forma", este madrileño de 1891 que "aspira a formar compañía propia en el cielo", dice, no cree que el reconocímiento le llegue demasiad.o tarde: "Siempre hay gente que también se merece los triunfos que a uno le dan".

El agradecimiento de Caro

A Julio Caro Baroja, de 67 años, solterón, solitario, con fama de cascarrabias y de "madrileño con acento vasco", que se crió a la sombra de Azorín, Ortega, Unamuno y Valle-Inclán, que empezó a salirle el bigote huroneando en las tertulias del Ateneo, y que sostiene la máxima de que "la abundancia de saberes conduce a la ligereza de juicio", no le faltan palabras de agradecimiento: "Es un signo de afecto impagable porque yo apenas conozco a los responsables de esta decisión. Es de las cosas que conmueven verdaderamente".

Es doctor en Historia Antigua por la Universidad de Madrid. Sus primeras armas escolares las veló en un colegio de frailes del barrio de Argüelles, donde vivió su niñez hasta que un bombardeo destruyó la finca donde nació durante la guerra, en la calle de Mendizába 34, y en el Instituto Escuela. Se siente en deuda con Madrid, porque siempre estuvo más vinculado a los Baroja que a los Caro, a la familia materna, pero posee una amplia y entrañable referencia a Madrid en sus obras.

De su tío Pío (Baroja) heredó un caserío de Itzea, en Vera de Bidasoa, y 30.000 volúmenes, "que abruman lo indecible", y también la pasíón por escríbir, "aunque nunca novelas, porque segundas partes nunca fueron buenas". Siempre ensayos, aunque en el centenario del excelente escritor vasco, en 1972, se atreviera con Los Baroja, una biografia novelada de la familia que comienza recordando su nacimiento "el 13 de noviembre de 1914, alrededor de las ocho de la tarde; tocaban a retreta en un cuartel vecino...". De su tío Ricardo (Baroja) heredó la pasión por el dibujo y la pintura. Tiene casa en Madrid en la calle Alfonso XII, y desde el último- piso, divisa, al atardecer, el Retiro, cuando en el corazón del ínvierno se refugia en Madrid, aturdido por el refugio permanente de Vera de Bidasoa.

El 'doblete' de Cela

Camilo José Cela escribía en su apartamento de Torres Blancas, en Madrid, al recibir la noticia; para Cela no existe la inspiración: "La inspiración es el resultado de escribir todos los días". Por pocas fechas no pudo hacer una celebración conjunta: Su pueblo natal Iria Flavia, hoy integrado en Padrón (Pontevedra), le nombró hijo predilecto. No obstante, Cela, que fue, probablemente, quien mejor dibujó el duro Madrid de la guerra y de la posguerra en novelas de la categoría de San Camilo 1936 ó La colmena, vivió en Madrid desde 1925 hasta 1960, en que se instaló en Palma. Cela es academico.

Soldado del Regimiento de Infantería Bailén 24, tras la guerra, disfrutó del estrecho ambiente estudiantil de la época en la Universidad de San Bernardo. "No pude estar en la Residencia de Estudiantes, con García Lorca y Juan Ramón y los demás, porque eran mayores que yo y porque además tenía casa en Madrid, las de mis padres, en Alcántara, Lista, Velázquez y Claudío Coello, y luego, ya de casado, en Alcalá, 185". Allí, hasta esperar el éxito de La familia de Pascual Duarte, a sus veinticinco años, hace cuarenta, que le convirtió, de golpe, en uno de los puntales rnás firmes de la novela española de posguerra.

Hoy Cela quiere recordar a tres personas que le ayudaron en aquellos tiempos: María Zambrano, Pedro Salinas y Pablo Neruda.

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