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ZARZUELA

Viena asiste al estreno mundial de la versión alemana de 'La verbena de la Paloma'

Con el estreno mundial de La verbena de la Paloma en alemán, la Kammeroper (Opera de Cámara) de Viena ha puesto en escena un ambiente castizo madrileño interpretado por ojos austriacos. El resultado, desde el punto de vista musical, es impecable, pero el conjunto resulta algo frío y chocante, visto con ojos latinos.

Sommernachlfest in Madrid (Fiesta de una noche de verano en Madrid) es el título con el que se ha bautizado la versión alemana de la obra de Tomás Bretón, realizada por Kurt Huemer especialmente para la Kammeroper. En total, se realizan trece representaciones, que concluyen el 15 de abril.Huemer no ha traducido literalmente el texto de R. de la Vega, sino que, partiendo de la idea original, y respetando, las situaciones, ha reestructurado el lenguaje y ha dado la vuelta a las frases para adaptarlas al ritmo de la lengua alemana. Así, el famoso estribillo "Una morena y una rubia..." queda convertido, en la versión alemana, en: "Ein schönes blonhaar / alarmiert mich, / doch ist farb, mier einerlei, / drum bab ich vorderhand / gleich zwei,", lo que equivale a decir: "Una bella rubia / me sobresalta, / pero el color me da igual; / por eso, por lo pronto, tengo / dos al mismo tiempo".

La adaptación de la letra supone, inevitablemente, una pérdida de color y vitalidad. Un conjunto alemán coherente y redondeado suple los altibajos de las expresiones castizas y los gracejos de unos personajes que, en este caso, se limitan a una unica interjección, un "olé" que se repite esporádicamente con ciertas reminiscencias de "viva España" en un charter de regreso a Munich tras unas vacaciones en Torremolinos.

La ejecución musical es de gran calidad y los intérpretes están dotados de excelentes voces aunque se eche en falta más nervio y expresividad en la caracterización. Destacan las voces de Julián (Hermann Patzalt), Susana (Milly Rudiferia) y Don Hilarión (Karl Dumphart), todos ellos pertenecientes a la compañía de la Kammeroper de Viena.

Al final del primer acto hay una concesión al idioma castellano, y Aida Vera, una canaria estudiante de canto en Viena, interpreta unas coplas: Los arroyos y las fuentes no quieren mezclar sus aguas con mis lágrimas ardientes, a ritmo de guitarra y sobre un coro de olés y palmas.

A pesar del intenso trabajo de documentación realizado para lograr una puesta en escena ajustada al Madrid del siglo XIX, un anacronismo se ha colado en el escenario. En la botica de Don Hilarión, Don Sebastián lee ostentosamente un ejemplar de EL PAIS desplegado ante el público.

Choca también la gran vitalidad de Don Hilarión, un fornido mozo en lugar de un viejo decrépito, quien saca treinta centímetros de cabeza a las frágiles Casta y Susana, perdidas como pajarillos en los impetuosos achuchones que les propina el boticaro.

Entre acto y acto, un guitarrista interpreta música clásica espaílola, mientras tras los bastidores Julián (Herman Patzalt) lamenta que La verbena de la paloma sea tan corta. "Hay un derroche de temas bellos muy poco desarrollados", dice; "es lo contrario de Beethoven, que con un úníco tema hacía una sinfonía".

Al finalizar la obra, el público, que llena tres cuartas partes de la sala, aplaude a rabiar, y en el guardarropa, al recoger los abrigos, algunas damas vienesas tararean los compases más pegadizos mientras se ponen sus sombreros.

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