Francisco Peinado: "La pintura se alimenta de libertad y amor al riesgo"
El pintor malagueño expone un conjunto de óleos sobre tela
La galería Rayuela presenta actualmente veinticinco óleos de Francisco Peinado (1941), artista que hacía cuatro años que no exponía en Madrid, correspondientes a su última etapa creadora. A Peinado, premio nacional de Dibujo e internacional de Pintura (Cagnes-sur-Mer), le gusta llevar una existencia apartada y libre, al tiempo que, en su práctica pictórica, ajena a la rentable repetición, el riesgo es ley.
No pertenece Francisco Peinado a ese grupo creciente de pintores en el que un atinado empleo de tics teóricos disimula la debilidad del producto: "Tengo muchas dificultades para expresar lo que deseo. Se crea en mi cabeza un torbellino incontrolable de ideas. Nunca he podido reflejar con exactitud lo que yo pienso". Pero sondea en su interior hasta decir frases muy preocupantes y extrañas: "La concentración no existe cuando ya se ha nacido concentrado como el llorar del búho". Frases acaso propias de quien no practica los ritos sociales, que sólo abandona su estudio del pueblecito de Alhaurín de la Torre (Málaga) para pasear por el campo: "Cuando mejor me siento es cuando estoy yo solo entre las montañas".Cree Francisco Peinado que el pintor, al llegar a la madurez, ha de darle la espalda a la rutina. De ahí que en sus cuadros últimos los espectadores descubran un buen soplo de novedad: "Hay que arriesgarse para no caer en la repetición. No se trata de crear rupturas artificiales, sino de dejar que el trabajo anterior dé sus frutos, nos reconecte con la vida y recobremos la ilusión. Estas obras que expongo, correspondientes a mis últimos dos años de labor, es cierto que están hechas con un estilo más directo, más emocional e incluso más violento". Pintor de lentitudes, hoy se siente habitado "por muchas ganas de decir cosas, por un gozo interior al abordar las formas y la materia".
Pese a todo, en un país donde lo decorativo prima, bien sabe Peinado que su obra es tachada de agresiva: "Al contrario, yo creo que tiene mucho amor, que es muy cálida e incluso dulce. De todos modos, yo nunca he pensado en pintar para congraciarme con la gente, para que me den palmaditas en la espalda o me agradezcan que un cuadro mío entone con el sofá de su salita de estar".
Si se le insiste sobre el aspecto agresivo de su pintura, Peinado acaba reivindicándolo: "A mí me gusta ser como soy, porque así me siento libre. No me agrada sentirme atrapado. Prefiero la distancia al mimo empalagoso, embrión de tantas traiciones".
Desde esta distancia, una visión muy especial de la pintura que hoy se hace en España: "La encuentro blandamente complicada y, sobre todo, infinitamente aburrida. Aquellos que están se quedan siempre donde están. Y los que no están no se atreven a estar. Y es que el pintor español, por tradición, conoce bastante bien la cocina pictórica. O sea, hay mucho manita por ahí. Pero no son artistas libres, son hombres que buscan salir del paso, sin más, que tienen mucho miedo".
El único miedo de Peinado se halla en lo extrapictórico: "¿No será que los pintores tenemos algo de conejos? También estamos escondidos en nuestra madriguera, a la espera de que llegue un cazador de cuadros. Y nos escondemos, no vaya a ser que nos den un tiro o nos echen los perros encima. Si no vienen, piensas que no te quieren.
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