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Tribuna
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José Luis Verdes

Del pintor José Luis Verdes siempre he admirado su paleta a la vez cotidiana y misteriosa, que, como quería Novalis, "otorga a lo cotidiario la dignidad de lo desconocido". A José Luis Verdes lo conocí en las cenas de Luis Marañón (hay algún Verdes colgado en el comedor), esa casa entrañable y literaria donde he visto crecer el milagro rubio y locuaz de Isa Marañón.

Cuando empezó el juicio del 23/ F, todos los periódicos y revistas comenzaron a informarnos gráficamente mediante dibujantes, ya que la fotografía está prohibida en estas ocasiones, según sabemos. Ignoro por qué, pero puedo explicármelo. En principio, y con todos mis respetos para el protocolo judicial -militar o no- me parece un poco ingenuo pensar que el dibujo es menos aproximativo, menos revelador, menos documental que la foto. Conocemos todos los grandes juicios de la Historia, desde el de Salomón, por la pintura. Los juicios, las batallas, las rendiciones de Breda y los entierros del Conde de Orgaz. Los pintores han visto subir la Virgen a los cielos, cosa que no ha visto ningún fotógrafo, y de la que por supuesto no sabría hacer reportaje. La Iglesia, madre y maestra incluso de la ley, ha encargado desde siempre a Miguel Angel, Leonardo, Goya, el Tintoretto, Millet y Murillo hacer el reportaje del cielo. Nuestros periódicos, ante la más alta ocasión que vieran los siglos de este siglo, el juicio 23/F, se rigieron en principio por un criterio objetivo y como topográfico, no por torpeza de los artistas, claro, sino por timidez de los informadores.

Este periódico -y no es por alabarme- este periódico, que también empezó entre la topografía y el balbuceo, ha roto al fin con ese torpor gráfico encargando los apuntes de Campamento a José Luis Verdes, el gran pintor, que, con aplicación y respeto, con puntualidad y originalidad, nos está dando unos retratos personales y de conjunto que son absolutamente fieles a la objetividad, a su objetividad, ya que otra no existe, sino la de cada uno. El general Armada lo ha dicho y yo lo he glosado: "Todo es según el color del cristal con que se mira". Este dibujante ha mirado a Armada a través de su cristal, que no tiene otro, y nos ha dado un general psicológicamente ahondado, estudiado, removido, recreado. Y así, el resto de las acuñaciones españolas del proceso. Dice Sartre: "Baudelaire es el que jamás se olvida de sí". Los demás nos olvidamos con frecuencia de nuestro yo exterior, nos relajamos, nos deprimimos, nos hundimos dentro de nosotros mismos, como sillones humanos y acongojados, y ahí es cuando nos caza el artista, el retratista, Velázquez, Delacroix, Picasso, José Luis Verdes. Verdes, con su imparcialidad a plumilla, nos está dando más información sobre el juicio que toda la informática/cibernética. Nadie podrá decir que falsea la realidad. Sencillamente, pinta el personal a su manera, y la manera de uno, si es profunda y original, siempre revela, como un ácido de contraste, la manera más secreta, oculta, menesterosa, de otro, del Otro, ignorada seguramente por él mismo. A mí me han hecho retratos "favorecedores" Alvaro Delgado, Martínez Novillo, Otero Besteiro, mucha gente, y comprendo que del "favor" de un buen artista no hay quien escape: ahí está uno, el que sea, con toda su miseria, traición, contradicción, condición, contracondición y ficción. Todos los grandes eventos de nuestra Historia han tenido su retratista moral, testimonial. El 23/F ya lo ha encontrado.

Del asalto a las Cortes ha quedado la foto de Barriopedro, que es ya como La campana de Huesca o Los fusilamientos de Goya. De Campamento tenía que quedar algo en la Historia, y quedarán los dibujos de José Luis Verdes para memoria amarga de la posteridad. Mayormente, de esta zurrada posteridad que somos nosotros mismos.

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