Mozart, Brahms, y Strauss: una visita esperada
El violinista Félix Ayo y la pianista Emma Jiménez forman un dúo absolutamente ejemplar. Sus actuaciones suponen el encuentro con la música, esa extraña y difícil vieja dama cuya visita tantas veces esperamos y tan pocas recibimos. A la incitación de los dos concertistas de Sestao, la esquiva y hasta impertinente señora acaba por rendirse: aparece en el escenario y allí se mantiene en uso de sus fueros más exigentes.A través de un programa bellísimo -sonatas de Mozart, Brahms y Strauss- el dúo Ayo-Jiménez demostró un entendimiento exacto de cada autor y un no menos exacto saber qué es y cómo se hace la música de cámara, de qué modo pueden ordenarse las pasiones, equilibrarse las fuerzas desiguales y antagónicas de un violín y un piano hasta lograr algo bien difícil: actuar cada uno como solista y, a la vez, como acompañante del otro.
Dúo Félix Ayo-Emma Jiménez
Sonatas de Mozart, Brahms y Strauss.Teatro Real, 9 de marzo.
Pocas veces escucharemos tan puro y limpio Mozart, libre de romanticismo añadido y de pedantería estilístico-histórica; pocas, también, nos llegará el Brahms de la op. 100 desde semejante comprensión radical: la sustancia se hace lenguaje y la expresividad viene, al mismo tiempo, desde el impulso interior y la exteriorización más comunicativa.
Extraordinariamente atractiva es la Sonata op 18 de Ricardo Strauss que los comentaristas, quizá un poco a la ligera, inclinan demasiado hacia la ascendencia romántico-formalista con inevitable cita de Mendelssohn. No lo veo así. Cuando Strauss escribe esta obra (1887-1888), ya nos ha dicho quién es y quién iba a ser en algunos lieder de 1883: Zueignung (Dedicación) y Die nacht (La noche), o en la Burlesca, para piano y orquesta (1886). Por si no era suficiente, en la misma sonata aparece un anuncio clarísimo del tema de Don Juan. Es cierto que, todavía, la sustancia no ha llegado a modificar la estructura, aunque sí las formas de expresión, el modo de comportamiento. Goleá se refiere a esta obra en un breve apartado de su estudio sobre Strauss que titula "adiós al neoclasicismo". Nada de eso. No estamos ante ningún "adiós", sino frente a una fuerte salutación del nuevo tiempo straussiano. Y en cuanto al término "neoclasicismo" no hay manera de encontrarle, en este caso, aplicación adecuada.
Félix Ayo y Errima Jiménez tocaron la obra con una fuerza y una riqueza de matices estraordinarias. Para nadie es un sercreto el valor del violinista vasco: Y musici fueron lo que fueron mientras Ayo estuvo a su cabeza. Menos divulgadas son las calidades de Erríma Jiménez, pues desde su matrimonio con Joaquín Achucarro se convirtió en colaboradora del gran pianista bilbaino con el que, en ocasiones, salió a escena para hacer música a dos planos. Hace unos anos inició su labor en dúo con Félix Ayo, que ha cuajado en un prestigio cierto y cada vez más extendido.
El concierto del martes, que contó con una gran asistencia, es una demostración sumada a las precedentes. De ahí el triunfo grande, las interminables ovaciones y los "encores" insistentemente solicitados.